La mayoría de las veces son promesas hechas al vacío por ese desencuentro con la rutina diaria del vivir sin cortapisas. Entre nuestras preocupaciones insolubles, sin que podamos programar ninguna actuación, anida el envejecimiento de la gente del mundo rural y el éxodo paulatino de los jóvenes a las ciudades. La vida rural desaparece. En medio de esta ironía del destino es una agradable sorpresa descubrir que, al fin y al cabo, estar sólo no es necesariamente sentirse sólo. El carácter de personas independientes y libres surge cuando se bastan a sí mismas y resisten a la soledad. El águila vuela sola en un pausado y armonioso viaje oteando un horizonte lejano y de altura viviendo en plenitud una suma de instantes felices. Esta plenitud del vuelo de nuestra imaginación la vivimos en nuestros paseos por estos parajes de nuestra tierra. La actitud positiva ante la vida nace en nuestra orografía tallada por la madre Naturaleza con sus montes y pinares, arroyos y ríos en desfiladeros, extensa gama de arbustos, aves, y toda suerte de animales salvajes. A toda esta belleza se une la libertad en nuestros pensamientos y paseos.
Me duelen mucho los pueblos sin futuro. En medio de esa pesadumbre hago un elogio de todas esas personas, almas extraordinarias, que saben compartir, no sólo una amistad de recreo, sino unas experiencias de vida con una actitud siempre positiva. Pondero a los hombres y mujeres mayores que se bastan a sí mismos y que saben vivir solos. Quien no sabe poblar su soledad tampoco sabe estar sólo entre multitudes. Me gustaría aprender esta lección suprema del vivir. Es una lección que ya nos dejó escrita Lope de Vega en sus versos: “A mis soledades voy/ de mis soledades vengo/ Porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos”.
Estas tierras nuestras tan valiosas en su orografía y entorno nunca aparecen en esos anuncios de viajes que he leído en el periódico “El País”en sus páginas de “El viajero”. Resulta sorprendente esa publicidad. Son lugares enclavados en distintos puntos del continente asiático de los que nos separan horas de avión. ¿Qué vamos a encontrar? ¡Naturaleza! Por ejemplo, bosques de coníferas, lagunas glaciares, senderos paisajísticos… Los usuarios de estos viajes quieren demostrar el poder de su economía doméstica porque los precios del desahogo turístico son de alto nivel. Y luego emprender la peregrina demostración de su aventura “programada” con una lista interminable de fotos en su móvil. Pero es que, no lejos de las puertas de sus casas, existen los pueblos de nuestra tierra de pinares por donde pueden pasear en libertad, sin sujeciones a horarios, ni destinos, ni a las directrices de un guía de oficio. Tenemos que gritar a los cuatro vientos: ¡¡Existimos!! A ver si a los despachos de los políticos de turno les llega el eco de nuestras quejas. Tenemos unos parajes de ensueño para visitar y vivir la mejor de las existencias posibles. Duele decir tantas veces nuestras carencias más que conocidas: comunicación terrestre y tecnológica, sanidad, educación...
A los viajeros poderosos y a todos los buscadores de paz y aventura; a los que quieran hacer volar la imaginación, vengan a vernos. ¡¡ Existimos ¡! ¿Oyen los políticos? ¡¡Aquí estamos¡¡
Guadalupe Fernández de la Cuesta