Avanzan los días y no acabamos de salir de la mordedura del invierno. Durante el día apenas hay una vaga referencia del sol que no logra caldear los cuerpos guarecidos en las solanas. Los árboles aún con su ramaje desnudo balbucean una primavera que no llega. Las fiestas de los carnavales, de las matanzas… rompen el hilo de los días cortados por el mismo rasero y tejen una filigrana de alegría en las almas. Vamos innovando el invierno.
Por suerte me han regalado un libro: “Historias milenarias de las Tierras Ibéricas” donde el autor Borja Cardelús, conocido por su formación y trayectoria vital en defensa de la Naturaleza, relata la vida en un pueblo cualquiera de la vieja Castilla ambientada en los tiempos de la dura postguerra. Un alud de palabras ya olvidadas puebla mi memoria remota. Describe la sociedad rural que hemos vivido los que somos tardíos en edad en secuencias costumbristas de hombres, mujeres y niños. Por cada página discurre todo el laboreo del campo según las estaciones; el trajín con los animales: ovejas, cabras, vacas, burros, caballos; la compañía en casa del cerdo y las gallinas… Niños del frío que llevábamos un palo de leña a la estufa de la escuela y ayudábamos en las labores de las huertas y otros quehaceres; niños del luto familiar con cintas negras en las mangas y niñas con lazos negros en las trenzas; mozas con la juventud encarcelada por el negro riguroso del duelo; dineros adeudados en las tiendas hechos ristra de números y rayas en las libretas hasta que llegaba alguna venta de ganado, o de pinos; En el baile del domingo, mozos y mozas eran vigilados por si “quedabas” con la misma pareja y se podía avecinar un noviazgo. Los hombres despachaban sus vinos y sus charlas picantes en la taberna después del trabajo duro del día. Mientras, las mujeres seguían con los trajines de casa después de atender a las labores del campo, lavar la ropa en el río y atender a la numerosa prole. Son relatos que voy leyendo tejidos con expresiones que agonizan.
No olvido a quien hizo de las palabras su vida: don Antonio Machado. El día 22 de febrero pasado se cumplió el setenta y cinco aniversario de su muerte en el exilio, en Conllioure, (Francia). ¡Cuánta emoción detenida en sus poemas!: “¡Luna llena, luna llena, / tan oronda, tan redonda,/ en esta noche serena! / Alegre luna de marzo/ tras el azul de la sierra/. Tu y yo, silenciosamente, / trabajamos, compañera, / en esta noche de marzo,/ hilo a hilo,/ letra a letra”.