Vidas centenarias

Es fácil celebrar acontecimientos históricos centenarios y descubrir territorios con capas milenarias en sus estratos fosilizados.

. Lo asombroso es desvelar ese transcurso de años en unos árboles vivos que nos pueden cobijar bajo sus ramas orgánicas. Su corpulencia permite darles un abrazo compartido de gratitud entre todas las personas que los conocemos y amamos. Me refiero a los Robles Centenarios (con mayúscula) de Tolbaños de Abajo que perfilan las lindes con Tolbaños de Arriba. Y forman parte del valle de Valdelaguna. Y con malas carreteras de comunicación en toda la zona. “Eso hay que arreglarlo”, se habrán dicho los políticos de turno en el Servicio de Medio Ambiente de la Diputación de Burgos. Y no hay mejor solución que evitar las curvas y “enderezar” la carretera que une a los dos Tolbaños con una tala de algunos de esos robles llenos de prosapia y bendición. Lo que haga falta. Sin más.

            Estoy de acuerdo en el arreglo de las carreteras. Lo digo y repito: Por mal camino no se va a ninguna parte. Pero habrá que recordar a nuestros gobernantes que estos Robles Centenarios se encuentran en una Dehesa protegida por la “Red Natura 2000” y es una de las mejor conservadas de la Península Ibérica. Estoy leyendo el libro de Irene Vallejo “El infinito en un junco”. Y de pronto me encuentro el siguiente texto: “En el principio fueron los árboles”… “En latín, liber, que significaba “libro”…originariamente daba nombre a la corteza del árbol…Para los romanos, liber  evocaba el misterio del bosque donde sus antepasados empezaron a escribir entre los susurros del viento en las hojas”. Esas huellas escritas las recuerda Machado en sus paseos por Campos de Castilla. Son los álamos del río Duero que “tienen en sus cortezas/ grabadas iniciales/ que son nombres de enamorados/ cifras que son fechas”. Esta operación de trazar a punta de navaja una fecha con nuestras iniciales en las cortezas de los pinos era común desde nuestra adolescencia hasta la senectud. El haber tatuado letras en la piel de un tronco me sirve ahora para memorizar las circunstancias vividas junto a quien estuvo a mi lado y amábamos al pueblo. Crecerán los árboles y se corroerán los grafemas, pero ahí queda la huella de los caminantes. Y los recuerdos. Y el mensaje para los descendientes.

            Los árboles añejos son inmemoriales. Llevan escritos los recuerdos de muchas generaciones. La Dehesa de los Robles Centenarios simula el mejor escenario catedralicio donde cada árbol es el más prodigioso retablo de la Naturaleza. Cada roble eleva sus ramas directamente al cielo y sus troncos abrazan la vida vegetal centenaria. Es ahí donde hay que leer antes de pisar un despacho político cualquiera. El trazado de una carretera no se aviene con una tala de árboles centenarios. Ni siquiera de otros plausibles de progresión armónica con el entorno. Esto no supone ningún crecimiento poblacional en los  Tolbaños. Los Robles están protegidos por una entidad: “Red Natura 2000”. Estos árboles hablan y encierran un viejo relato sobre su origen y su entorno. Y gritan: No la a la tala de Robles Centenarios de Tolbaños. Lo afirmo y subrayo.

 

            Guadalupe Fernández de la Cuesta.