"Mi tío Teodoro y mi padre Nemesio hacían la pre venta de los productos en el tren Santander Mediterráneo"
La luz entra temblorosa por las ventanas y ocupa el espacio de una sala centenaria. Una vez dentro, la sensación es la de estar ante una gran catedral de la Alimentación. Un lugar sagrado donde el tiempo se detiene y te transporta a comienzos del siglo XX. Estamos hablando de la tienda de Ultramarinos de la familia Ortega situada en el lugar más noble de la Plaza Mayor de la ciudad milenaria de Salas de los Infantes. En ella todavía podemos encontrar los antiguos cajones de madera con sus letreros. Cajones de noble construcción que contenían sal, azúcar, tomillo, romero o fideos chinos. Este comercio centenario, emblema de la empresa familiar en la Comarca de la Demanda y de Pinares, todavía conserva casi intacta su estructura original. Su mostrador, de fuerte personalidad y de madera maciza, nos invita a observar las columnas que sostienen el negocio. Pilares que sujetan un techo preciosamente adornado con ribetes de un color verde original y llamativo.
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“Mi tío Teodoro trabajaba como contable para Jesús Aparicio. Decidió quedarse con el negocio que ya entonces era un comercio de ultramarinos y alpargatería. Un lugar con un encanto muy especial en el que además se vendían velas, paraguas y todos los utensilios de bordaje. En el almacén además había una fábrica en la que hacían chocolate. En aquella época mi padre y mi tío hacían siempre la pre venta con una bici en el tren. Luego toda la mercancía se transportaba en el mismo ferrocarril o en los autobuses que salían de Salas en dirección a cada pueblo. Si comparamos aquella manera de vender con la actual ha cambiado casi todo. Antes todos los productos se ataban con una cuerda y se pesaban. Ahora, todo viene embalado lo que permite trabajar con mayor comodidad y menor presión. Algo que sí sabemos es que es sin duda una de las tiendas de ultramarinos más antiguas de Burgos, de Castilla y León y de España.
Si le hacemos un guiño a la historia esta nos cuenta que la tienda de ultramarinos, coloniales o colmado toman su nombre del conjunto de importaciones que se traían de las antiguas colonias españolas. Y es que los productos que se vendían en estas tiendas provenían de los territorios de ultramar. Materias primas como el café, el té, el chocolate, las especias y otros productos de importación. Son tiendas donde todavía se pueden ver antiguos instrumentos para medir las cantidades a granel como las balanzas, las guillotinas, los molinillos de café o los juegos de medida de aceite. “El local apenas ha cambiado con el tiempo. Mi tío, mi primo, mi padre y yo tratamos de mantener la esencia y la originalidad del mismo. Siempre nos gustó como estaba y creo que es por eso que se ha conservado tan bien. Antes todo se vendía a granel. No hacía falta reciclar nada porque todo se reutilizaba. La colonia, el aceite, el vinagre o las especias. Mi padre Nemesio, mi mujer y también mis hijos, nos hemos dedicado más al comercio exterior distribuyendo refrescos, bebidas y piensos. Ahora vendemos menos licores porque los márgenes han bajado muchísimo. También somos una referencia en la venta de encurtidos y en productos nacionales tan valorados como los espárragos de Navarra o los garbanzos y judías de la comarca. En realidad es en la venta de este tipo de productos en la que queremos especializarnos”.
Nemesio, el gran patriarca, nos dejó hace unos años. Fue una de las personas más queridas y respetadas en Salas de los Infantes y en toda la comarca. Un hombre afable, de trato sencillo y agradable y de enorme corazón. Un vendedor inteligente y honrado que siempre ofreció la mejor sonrisa y el más exquisito trato a todos los clientes y amigos que compraban en su negocio. En las fiesta de Salas, en los tiempos mozos de Nemesio, todavía no había peñas pero tampoco tenían tiempo para estar con los brazos cruzados. Así que por las mañanas abrían el comercio para convertirlo por las tardes en un bar donde los más jóvenes del pueblo acudían a tomar el típico moscatel con pastas de coco.