"La verdad es que todavía tengo un gran sueño por cumplir y es sin duda ser madre"
Elena Lucas y Diego Muñoz, gerentes del restaurante con estrella Michelin "La Lobita" situado en Navaleno nos cuentan cómo ha sido la reapertura tras el estado de alarma y avanzan algunos de los retos del restaurante en la "nueva" normalidad.
Puedes conocer mejor la trayectoria personal y profesional de Germán Martínez Rica visitando su Facebook y su Linkedin
Van Gogh solía decir que primero soñaba la pintura y después pintaba su sueño. El sueño de Elena Lucas desde niña siempre fue pintar. Le gustaba coger su pequeño avión dirigido por su imaginación y volar en libertad a través de sus recuerdos. Fotografiando cada momento, cada vivencia y cada lugar. Para después guardar esas imágenes en un corazón que no dejaba nunca de latir y de sonreír.
Navaleno es una joya soriana escondida entre frondosos pinares. Guarda sus secretos y su belleza entre las sierras de Nafría, Urbión, Resomo y Cabrejas. Navaleno brilla además con luz propia en el firmamento gastronómico nacional e internacional. Y es que este histórico pueblo de 800 habitantes puede decir con orgullo que cuenta con el restaurante familiar “La Lobita” galardonado con una estrella Michelín y dos soles de la Guía Repsol. Estamos ante un templo del buen comer, un lugar único e irrepetible que ofrece una experiencia gastronómica llena de tonos y sabores extraordinarios. Porque Coelho tiene razón al afirmar que es la posibilidad de realizar nuestros sueños lo que hace que la vida sea interesante. Tal vez por eso Luciana Lobo y Andrés Lucas fundaron con esfuerzo y cariño en Navaleno la casa de comidas “La Lobita”. En esencia fue un humilde mesón donde se guisaba con paciencia, cariño, esmero y dedicación. Uno de esos lugares donde el viajero podía descansar y reponer fuerzas saboreando lo mejor de la cocina tradicional de Soria. Después tras más de dos décadas de éxito y reconocimiento la casa de comidas se trasladó a un nuevo edificio.
En 1999 el restaurante sufrió una acertada y necesaria remodelación para hacerlo más discreto, personal, coqueto, cercano y acogedor. Al frente de esta tercera generación están Elena Lucas y su marido Diego Muñoz. Dos enamorados de la gastronomía, las tradicones y la vida rural que dirigen con éxito una nueva “Lobita” más innovadora pero sin perder la esencia de la tradición familiar. Elena y Diego han apostado siempre por los mejores productos sorianos. Por sus sabrosas y tiernas carnes, por sus fantásticas verduras, por la mantequilla o el torrezno, que son junto con las setas el buque insignia del restaurante y también de la gastronomía soriana.
“Al final lo que ofrecemos son experiencias porque detrás de cada detalle y de cada plato hay siempre una historia original. Dentro del restaurante nuestros clientes tienen la sensación de estar en medio del bosque. El local tiene dos grandes ventanales que dan directamente al pinar. Creemos que es esencial que aquello que nuestros comensales ven a través de las ventanas se pueda disponer en la mesa para comer. Al final todos los sentidos juegan un papel determinante para que comer se convierta en una experiencia única que nuestros clientes recuerden toda la vida. Jamás podré olvidar a una clienta que llegó a llorar cuando probó nuestros guisantes con lágrima de caldo de gamba roja y trufa. Y Lloró de emoción al sentir el sabor del plato que la llevó directamente a recordar la cocina cariñosa y cercana de su abuela”.
Teresa de Calcuta solía afirmar que a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería mucho menos si le faltara esa gota. El coronavirus nos ha mostrado con claridad que somos mucho más vulnerables de lo que pensábamos. “Ha sido complicado, no lo voy a negar. Pero también nos ha permitido reflexionar acerca de las cosas que son verdaderamente importantes en la vida. El regreso además ha sido maravilloso y los clientes nos han vuelto a dar su confianza”.
Elena Lucas sigue siendo aquella niña alegre, traviesa y pizpireta que soñaba con pintar. Sus colores son sus platos, únicos e irrepetibles. Platos mágicos que despiertan en quien los prueba un arcoíris maravilloso de emociones. Bailar es una de sus grandes pasiones y viaja buscando nuevas culturas, lugares y conceptos que le hagan crecer como persona y como cocinera. Vive la vida con intensidad, amor y alegría.
La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz. Elena es plenamente feliz en Navaleno junto a Diego, el amor de su vida. En su recuerdo bailan al compás las imágenes del viejo bar de sus abuelos. De aquel tacatá ruidoso y oxidado con el que tropezaba de niña en cada lugar y en cada rincón de la vieja casa de comidas. “Me queda todavía un gran sueño por cumplir. Quiero ser madre. Me gustaría que mis hijos fueran la cuarta generación de la “Lobita” para honrar y preservar la memoria de mis abuelos, concluyó Elena Lucas.