● Diego, lo primero, bienvenido de nuevo a Soria. Vuelves, un año más, para impartir un curso de interpretación titulado ‘El personajes del deseo a la acción’. Cuéntanos más sobre este curso, ¿en qué va a consistir?
Es un taller teórico-práctico donde vamos a revisar diversos aspectos de la construcción de personajes en el cine, a través del análisis de algunos cortos y de fragmentos de largos, y también a partir de algunos juegos creativos con fotografías, donde los participantes podrán escribir pequeñas historias.
● ¿Qué van a poder aprender los participantes y qué es lo que tu quieres transmitirles con este curso?
Yo creo que el corazón de todas las películas, más allá de géneros y estilos, son los personajes. Me sorprende que la mayoría de los manuales de guión se dedican durante varios capítulos a hablar de estructura dramática o de organización de las tramas, y dejan para el final algún capítulo medio perdido donde hablan de los personajes. En este taller yo propongo el camino opuesto: empezar por los personajes y desde allí armar las historias. Por eso el curso está orientado a un público diverso: personas interesadas en escribir, en dirigir o en actuar, pero también público en general que tenga interés por asomarse al mundo de las ficciones.
● Eres ya un conocido del Festival de Cortos de Soria, ¿Qué recuerdas con más cariño de este Festival? ¿Qué es lo que más te gusta de Soria?
El año pasado tuve la suerte de venir con María Bardem para presentar los libros que editamos junto a Jorge Castillejo, periodista e investigador valenciano, con motivo del centenario de Juan Antonio Bardem, que fue conmemorado también aquí, en el marco del festival de cortos de Soria. Fue una experiencia estupenda, porque la gente del equipo del festival y del público nos trató con mucho cariño, y fueron muy generosos con el espacio que nos dieron para hablar sobre la investigación y contar la historia detrás de esos documentos (los diarios de trabajo de Bardem, sus cartas y otros escritos). Por cierto, invitamos a todos ahora a visitar la web que hemos armado con el material que quedó fuera de los libros. Os vais a sorprender con los press-books de época y las entrevistas en medios de otros países.
Pedro Navazo García, que compuso la música de mis dos últimos cortos, y que es de aquí, siempre me decía que tenía que venir a conocer. Y tenía razón. Soria me sorprendió. Tuve la oportunidad de hacer varios paseos por los parques y por el río. Ese encuentro con la naturaleza es un contraste muy fuerte para alguien como yo, criado en Buenos Aires, una ciudad que ha crecido dándole la espalda al Río de la Plata. El otoño es mi estación preferida así que te puedes imaginar cómo disfruté esos paseos y la comida. Una maravilla.
● ¿Qué opinas de Festivales como el de Soria que intentan impulsar nuevos talentos del cortometraje y crear sinergias entre futuros cortometrajistas y profesionales ya consagrados?
El certamen está haciendo un trabajo fantástico que ojalá sea imitado en otras ciudades. Porque el cortometraje no es un género menor, sino un terreno para experimentar. Más aún en los tiempos que nos tocan, donde la gente muchas veces se vuelca hacia lo breve. Además, en un mundo cada vez más dividido, tender puentes (entre generaciones, entre profesionales de diferentes disciplinas) es una manera de apostar también por el tejido social. Los que hacemos cine sabemos que el trabajo en equipo multiplica la creatividad de cada uno. Y eso es algo que debemos apoyar, no solamente en el cine sino en la comunidad.
● ¿Qué consejos les darías a los aficionados al cine que están comenzando para poder triunfar en este mundo del cine?
Lo primero: no pensar en términos de “triunfo” y de “derrota”, así entre comillas. El éxito y el fracaso son dos impostores; no hay que confiar en ninguno. El cine es un camino largo y con muchas vueltas. Hay que prepararse como quien se va de excursión al monte y no sabe cuántos días tardará en llegar o qué encontrará para comer… Lo más importante es armarse de paciencia y aprender a trabajar en equipo. Por eso un festival, como lugar de encuentro, es una oportunidad que vale oro. La gente que conocemos en las proyecciones o en los cursos se pueden convertir en nuestros aliados para armar nuevos proyectos.
● Hablemos de tus proyectos… ¿en qué estás trabajando ahora?
Llevo un par de años desarrollando una serie de ficción junto a la actriz Vicenta Ndongo, centrada en los nuevos modelos de familia y la mediación como vía para resolver conflictos. Es un proyecto muy bonito que nos ha permitido conocer mucha gente y muchas historias que merecen compartirse. Además, este último año contamos con el apoyo de la Academia de Cine, que tiene un programa de desarrollo de proyectos único en España. Es una especie de beca donde durante nueve meses veinte cineastas trabajan con asesores y especialistas dándole forma a sus proyectos, que pueden ser de ficción, documental o animación, de largometraje o serie. Allí tuve la oportunidad de convivir con un grupo de gente increíble, muy diferentes entre sí, con ideas muy locas y con una experiencia profesional muy potente. Fue como volver a la universidad.
https://www.residenciasacademiadecine.com/residentes/cuarta-edicion/
● Has logrado 5 nominaciones a los Premios Cóndor de Plata y 3 nominaciones a los Premios Sur por ‘Mentiras Piadosas’. Cuéntanos acerca de este largometraje. ¿En qué radica su éxito?
“Mentiras piadosas” fue mi primer largo de ficción. Lo escribí cuando estaba terminando mis estudios, a partir de combinar varios cuentos de Julio Cortázar, un escritor argentino muy famoso, sobre todo en los años 60 y 70. Para mi sorpresa, Aurora Bernárdez (primera esposa y albacea de Cortázar) aprobó mi versión y me autorizó a filmarla. Fue una experiencia intensa, como toda primera película, porque reunir la financiación fue complicado y demandó varios años. Pero también fue una experiencia muy enriquecedora, sobre todo por el trabajo con los actores. Armé un elenco de gente que venía en su mayoría del teatro, pero de estilos muy diferentes, para darle forma a la familia que protagoniza la película. La madre la encarnó Marilú Marini, que está ahora mismo en el Teatro Español en Madrid, como estuvo hasta hace poco Claudio Tolcachir en La Abadía. Claudio interpretaba al hijo de Marilú. Y junto a ellos había un elenco muy variado. Antes de rodar nos encerramos varios días en Timbre 4, la sala que Claudio armó en el fondo de su casa de Buenos Aires (un espacio de teatro alternativo con el espíritu del teatro independiente, que es una tradición muy fuerte allí). En lugar de ensayar las escenas, hacíamos improvisaciones para darle vida a esa familia, a sus alianzas, sus secretos, sus rencores… Por supuesto, esas escenas que aparecían improvisando ¡eran mucho mejores que las que tenía yo escritas! Así que tomé algunas de esas ideas para reescribirlas y hacer crecer el guión. Después rodamos varias semanas en Buenos Aires y en San Luis, viviendo todos en un hotel. Fue una aventura total.