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Este año, el siempre caprichoso calendario de la cuaresma ha querido que dos de las fiestas con más arraigo de la localidad burgalesa de Mecerreyes se celebren en un mismo fin de semana. Primero serán las marzas, que nunca se perdieron, las que tomen el protagonismo en la medianoche del viernes al sábado. En la plaza, jóvenes y mayores se encargarán de entonar las más de sesenta coplas a la luz de la hoguera.
A la mañana siguiente y sin mucho tiempo para descansar comienzan los preparativos del carnaval gileto. Sin embargo, el grueso de las celebraciones, conocidas bajo el sobrenombre del 'Gallo de Caranaval', se suceden en la mañana y tarde del domingo día 2 de marzo. A primeras horas tiene lugar la petición del aguinaldo por parte de los jóvenes del pueblo. Después llega la misa; y tras ésta, las carnavaladas y zarramacadas, uno de los actos más pintorescos en el que los vecinos se visten con los antiguas pieles y máscaras de todo tipo representan demonios y criaturas misteriosas que realizan un correcalles de lo más llamativo.
En la tarde del domingo, a partir de las 17h. comienza la tradicional 'Corrida del Gallo'; una actividad con siglos de historia, perdida durante los años 30 y recuperada en los años 80. "Empezamos a hacerlo de oídas. Todo esto se fue puliendo durante los siguientes años a raíz de una serie de entrevistas con gente que lo había vivido en sus épocas jóvenes", cuenta Benito Mambrillas, uno de los mejores conocedores de la tradición.
Y es que la 'Corrida del Gallo' es un ritual en el que vecinos y visitantes intentan conseguir el gallo de trapo portado por 'el Rey', uno de los niños de la localidad. No parece difícil, sin embargo se trata de una cuestión de destreza y rapidez ya que custodiando el ave se encuentra el zarramaco, quien con su tarrañuela -larga vara rajada- persigue a quienes se atreven a robar el gallo.
Dentro del rito también toman protagonismo los danzantes y dulzaineros que se encargan de hacer cumplir las normas de la corrida del gallo. La fiesta continúa con el 'Entierro del gallo' en las eras del pueblo donde 'el rey' con sus ojos tapados tantea el terreno. La celebración finaliza con la subasta del gallo -en este caso uno real- en la que los vecinos de Mecerreyes llegan a pagar más de 200€, poniendo el punto final con el baile de la jota.