Su nieto Abel nos cuenta para esta breve entrevista que fue siempre un poco cabezón y de carácter rudo pero muy sonriente. “Eso es lo que dicen todos los que le conocen, que siempre está de muy buen humor”. Sus grandes aficiones siempre han estado ligadas a su profundo amor por el bosque y por la naturaleza. Cortar leña o buscar setas han sido siempre sus grandes hobbies. “Ahora pasa mucho más tiempo en su huerta que es enorme y siempre le estamos diciendo que ya va siendo hora de bajar el ritmo”, comenta Abel. Su abuela Agustina siempre se ha dedicado al cuidado de las vacas y también al cuidado de sus hijos. Su carácter es un poco más duro que el de su abuelo y siempre fue una mujer más seria en todos los órdenes de la vida.
Ambos tienen grabado el día de su boda como un acontecimiento muy especial. Las mozas de la boda eran las que se encargaban de recoger todos los cubiertos, los platos y los vasos y los marcaban con pintauñas para así poder saber a quién le correspondían. También eran las encargadas de servir las mesas y de recoger. Por su parte los mozos de boda tenían que ir a por un carro de leña al ayuntamiento. El primer día se celebraba una comida en el edificio consistorial y se llevaba un pellejo de vino. El resto de los días se comía en casa de aquellos que organizaban la boda. Al final toda la familia tenía que aportar parte de la comida y en total eran cuatro días de fiesta.