El Luis Landero, desde hace años unido a la población de Navaleno, ha presentado en la Librería Oletvm de Valladolid ‘La vida negociable’ su nueva novela, en un acto en el que también ha estado el vallisoletano Gustavo Martín Garzo. La obra acompaña desde la adolescencia hasta la cuarentena a Hugo Bayo, el protagonista, un hombre de dudosa moral que tropieza una y otra vez en la misma piedra, intentando con poca fortuna encontrar su lugar en el mundo.
En un encuentro con medios instantes antes de la presentación, el narrador pacense confesó que la tragicomedia, así como “una mirada extrañada y humorística sobre la realidad que te permite evitar el patetismo”, es un género que le sale “de forma natural” al empezar a escribir. Con ese tono sobrevolando el relato, picaresca y cierta nostalgia tiñen las páginas del libro, creando una atmósfera de “melancolía dulce” que él siente que tiene “de fábrica”. “Creo que es el estado natural del hombre”, señaló.
“Hay gente que es feliz y me parece estupendo, pero no sé si son felices porque son sabios o porque están mal informados. El resto sufrimos de una especie de insatisfacción crónica, de deseos incumplidos, de una búsqueda permanente de algo que dé sentido a la vida, que no se encuentra salvo que creas, y yo creo que ni aún creyendo en Dios. Es tan absurdo este negocio de vivir… Como decía Gil de Biedma: sueñas, no cumples tus sueños, pasa el tiempo, envejeces, mueres y ése es el argumento de la obra. Entre tanto le vas buscando sentido a la vida, intentando encontrar algo que trascienda la pobre condición humana”, relató.
Cuestionado sobre el origen de ‘La vida negociable’, editada por Tusquets, reconoció que la chispa que prendió esta historia fue un esbozo que escribió “hace más de veinte años quizá”, donde plasmaba la historia de una madre que lleva a su hijo de nueve años a una tienda, allí lo deja al cuidado de alguien y ella desaparece. Solamente eso. “Es una idea muy básica, pero no sé por qué pensaba que contenía el germen de una buena historia. Otras ideas desaparecen pero esta ha sobrevivido y me ha perseguido durante mucho tiempo; he vuelto a ella de vez en cuando preguntándome qué había en torno a esa madre, ese niño, esa tendera, y así nacen las historias, con una cosita pequeña donde aparecen los personajes, un conflicto y un misterio que te hace plantearte preguntas”, subrayó.
Sobre el título, apuntó que barajó “al menos cuarenta”, hasta que de la mano de su editor, Juan Cerezo, concluyó que ‘La vida negociable’, que era uno de los primeros que había pensado, “era el mejor”, ya que “negociar con la vida es lo que se hace en la novela y lo que hacemos todos en la vida al fin y al cabo”.
El “milagro” de la escritura
Entre sus páginas, el propio protagonista llega a preguntarse “¿En qué proporción se mezclan el ridículo y lo sublime, lo trascendente y lo banal, la comedia, la épica, el drama y el folletín?”, en una meta reflexión sobre la misma novela, por la cual van desfilando todos esos géneros con fluidez envidiable, algo que consigue gracias a que “la propia historia te va guiando”. “Lo bueno de escribir es que los problemas no sé de qué manera milagrosa se van resolviendo, y de pronto aparece la historia iluminada por varios ángulos: desde un lado aparece algo sublime, desde otro algo ridículo, y al calor de las palabras y del relato van surgiendo todos esos puntos de vista”, apuntó, asegurando que “una vez que tienes una frase verdadera, una idea fuerte, empiezas a tirar de los hilos y todo empieza a salir, y luego ya es cuestión de tozudez”.
Además, adelantó que ya está “cortejando a su nueva amante”, dando vueltas al que podría ser su próximo libro, que “quiere ser una mezcla de ensayo y narración”, como lo era ‘Entre líneas: el cuento o la vida’ (2001), que escribió “casi” sin darse cuenta. “Me gustaría hacer algo parecido a eso, pero siempre estoy trabajando, porque si no me quedo sin refugio donde meterme, y en la intemperie hace mucho frío. Yo necesito estar en mi cabañita de náufrago”, reflexionó.