La pingada del Mayo en San Leonardo de Yagüe ha calado en el tiempo hasta el punto de impregnar la vida de los habitantes de la población, movidos entre la tradición, la costumbre y las ganas de hacer perdurar el conocimiento de los trabajos en el monte.
No es baladí que la calle central sobre la que se erige el pino lleve el nombre de ‘Cuesta del Mayo’. Ni que el Centro de Interpretación luzca a la entrada una reproducción en madera del rito anual, entre la madera y los mozos. También lo es que uno de los murales exhiba la escena central de la fiesta, en la parte trasera del polideportivo, reproducción de la obra de Mari Carmen Gallego, pintada en el estudio ubicado en la zona alta de la población pinariega.
En San Leonardo de Yagüe se sigue viviendo una de las pingadas con más gente, que no quiere perderse la fiesta, apretada en la vía que descansa en la travesía. Previamente, se trae el pino desde el monte, y hace su entrada en las calles en el carro tirado por los bovinos serranos.
El pino descansa en La Cuesta, y es aquí donde se reparten, a los congregados y participantes en la Pingada, las pastas, sobadillos y moscatel.
Poco a poco, coordinados y al unísono, se levanta un pino de grandes dimensiones ante la atenta mirada del público, amenizada por Los gaiteros locales, y, tras el rito, se desarrolla una comida de hermandad entre los participantes.
“Para mí es uno de los días más bonitos del año”, afirma la alcaldesa Belinda Peñalba, quien cree que la coincidencia de la fecha con un fin de semana largo, por el día del 2 de mayo, “va a hacer que sean más los jóvenes de El Mayo, y que exista una mayor expectación”, dice Peñalba, orgullosa de ver una fiesta como la que se vive cada 1 de mayo.