“Recuerdo también con enorme nostalgia el año en que tocó en Salas la lotería de Navidad. Fue en 1957 y el número agraciado fue el 35031. La vendieron los “Repisos” que por entonces tenían un almacén de construcción, cereales y patatas. Las participaciones eran de una peseta. Fue un premio muy repartido entre todos los pueblos de la comarca de Salas. Todavía hoy recuerdo la anécdota de “El Paquillo”. Era andaluz y vino a Salas a trabajar con toda su familia. En un encargo le dijeron de pagarle con cinco pesetas de lotería y dijo que no, que tres y dos para echar un buen porrón de vino. Tocó y todavía se recuerda su jocoso comentario: “mira si seré desgraciado que me he bebido 16.000 pesetas de un solo trago”. Entonces con 1 peseta se repartieron 8000 en una época de subsistencia en la que con 1 rubia se compraban un kilo de naranjas y con tres un kilo de chicharros. Alfredo Cabrito pertenece a una familia de sastres que trabajaron en Salas durante tres generaciones. Su apellido procede de Portugal, el país hermano, donde están la mayor parte de los apellidos relacionados con nombres de animales.
Fue el número 1 en la Escuela Superior de Sastrería de Barcelona. “Todos mis hermanos estuvieron allí. Sastres fuimos cuatro hermanos. Mi hermano mayor y el pequeño fueron médicos y Cuqui, la más pequeña, que se hizo bordadora. Mi padre además fue un adelantado a su época. Un lector infatigable y un innovador. En el taller llegamos a tener ocho chicas que trabajaban junto con mis hermanos y nuestro padre. Entonces se le tomaban las medidas a mano a cada cliente y se hacían los trajes con lana. Pesaban una barbaridad, pero daban porte, elegancia y mucho calor en los fríos inviernos castellanos”, finaliza Alfredo Cabrito.