Reflexión sobre el Día Mundial de los Bosques, por Pedro Agustín Medrano
El 21 de marzo, ha sido el Día Mundial de los Bosques.El día de mucha gente.
El día de los propietarios de los montes, sean públicos, privados o colectivos, que con su dedicación hacen que disfrutemos de una naturaleza y de unos servicios ambientales fundamentales para nuestra vida. Especialmente el día de aquellos que nos precedieron y trabajaron porque este patrimonio llegase hasta nuestros días.
También el día de muchos profesionales: técnicos, profesores, agentes medio ambientales, capataces, madereros, trabajadores de cuadrillas forestales... Personas que dedican lo mejor de sí a que este sector se encuentre vivo.
Es así mismo el día de muchas organizaciones ecologistas, y de muchos naturalistas, que desde su posición hacen que no se pierda una perspectiva ambiental que es necesario que exista.
Y el día de muchos ganaderos y agroecocultores, que extrayendo de los montes otro tipo de bienes, también ayudan a su conservación.
Y por si fuera poco, el día en que comienza la primavera.
Debemos felicitar a todos ellos.
Pero además de estas complacencias, hay que aprovechar este día en que todos se acordarán de los bosques para recordar los males que acechan a nuestros espacios forestales y por extensión a nuestros pueblos.
Y el principal de todos ellos es la desvinculación entre el monte y sus gentes.
No se puede entender una naturaleza en conserva, al estilo de un parque temático. Hace falta una naturaleza viva, usada y conservada por las personas. El monte tiene su vertiente contemplativa, pero por encima de todo su connotación productiva. Y es que una gestión bien llevada es sinónimo de conservación.
Por eso nos debe preocupar la burocratización y el creciente intervencionismo al que algunos están llevando este sector. Priorizando las formas frente al fondo de las cosas; olvidando la base, que son las personas y especialmente las comunidades forestales rurales. No queriendo entender que más importante que mantener los despachos abiertos, es que los pueblos no desaparezcan.
Y también se debe denunciar el olvido institucional del sector; totalmente relegado a efectos decisorios y presupuestarios; sin rumbo y en un estado de absoluta inanición.
Por eso hay que aprovechar este día para pedir que nuestra sociedad civil despierte; o si no, como dijo el poeta, confiar en otro milagro de la primavera.