El día de los propietarios de los montes, sean públicos, privados o colectivos, que con su dedicación hacen que disfrutemos de una naturaleza y de unos servicios ambientales fundamentales para nuestra vida. Especialmente el día de aquellos que nos precedieron y trabajaron porque este patrimonio llegase hasta nuestros días.
También el día de muchos profesionales: técnicos, profesores, agentes medio ambientales, capataces, madereros, trabajadores de cuadrillas forestales... Personas que dedican lo mejor de sí a que este sector se encuentre vivo.
Es así mismo el día de muchas organizaciones ecologistas, y de muchos naturalistas, que desde su posición hacen que no se pierda una perspectiva ambiental que es necesario que exista.
Y el día de muchos ganaderos y agroecocultores, que extrayendo de los montes otro tipo de bienes, también ayudan a su conservación.
Y por si fuera poco, el día en que comienza la primavera.
Debemos felicitar a todos ellos.
Pero además de estas complacencias, hay que aprovechar este día en que todos se acordarán de los bosques para recordar los males que acechan a nuestros espacios forestales y por extensión a nuestros pueblos.
Y el principal de todos ellos es la desvinculación entre el monte y sus gentes.
No se puede entender una naturaleza en conserva, al estilo de un parque temático. Hace falta una naturaleza viva, usada y conservada por las personas. El monte tiene su vertiente contemplativa, pero por encima de todo su connotación productiva. Y es que una gestión bien llevada es sinónimo de conservación.
Por eso nos debe preocupar la burocratización y el creciente intervencionismo al que algunos están llevando este sector. Priorizando las formas frente al fondo de las cosas; olvidando la base, que son las personas y especialmente las comunidades forestales rurales. No queriendo entender que más importante que mantener los despachos abiertos, es que los pueblos no desaparezcan.
Y también se debe denunciar el olvido institucional del sector; totalmente relegado a efectos decisorios y presupuestarios; sin rumbo y en un estado de absoluta inanición.
Por eso hay que aprovechar este día para pedir que nuestra sociedad civil despierte; o si no, como dijo el poeta, confiar en otro milagro de la primavera.