Se niegan las palabras a salir y dejar constancia por escrito del dolor inenarrable ante una noticia tan monstruosa que ha saltado en los informativos como una tragedia más de entre otras vividas en el ámbito doméstico: Un hombre lanza a una niña de año y medio por la ventana de su piso en Vitoria que ha fallecido como consecuencia de las heridas. También su madre resulta herida y sigue hospitalizada. Hoy he sabido a través de nuestra revista digital “Pinares Noticias” que, aunque de origen brasileño, han vivido en Hontoria del Pinar y ahí quedan sus raíces familiares y el afecto de los vecinos del pueblo.
No sé la cifra exacta de las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año. ¡Muchísimas! Una barbaridad. Unas nueve. Sumergidos en esta violencia doméstica están los niños que cargan con el estigma de estas agresiones para toda su vida. Una vida difícil de soportar cuando su equilibrio emocional ha registrado el asesinato de la madre por un indeseable próximo, o no, a la familia. Ahora estamos ante un añadido atroz: El hombre que acompaña a esta mujer de dieciocho años recoge en sus brazos diabólicos a la hija de ella y la arroja por la ventana al exterior de la calle. Sin estrenar la vida, con tan solo diecisiete meses, encuentra la muerte inesperada sin posibilidad de reanimación en el hospital.
Usted, “presunto” asesino, dirá que no es culpable. Que no era la situación tal y como ella percibió: unos tocamientos obscenos a la niña y que le ofuscó con sus disputas degradantes para su autoridad de macho. Que no supo lo que hizo. Que padece de autoestima y de intolerancia a la frustración porque le han educado en la desigualdad de poder: padre autoritario y madre sumisa (otros hombres también y viven la igualdad de los seres humanos). Que es compulsivo y padece arranques de cólera cuando le contradicen…
Claro que usted no se cree un maltratador. ¡Qué va! Tampoco padece enfermedad psiquiatra según nuestras noticias. Usted entiende que en la cuestión hereditaria el hombre lleva escrita su agresividad en los genes y ante situaciones extremas actúa de forma compulsiva para provocar el mayor dolor en las personas más débiles. La mujer, en cambio, cree usted, arrastra desde su nacimiento la esencia misma de la sumisión y el silencio.
A ti, madre, te mando mi abrazo junto al de los vecinos de estas tierras burgalesas para darte el aliento de vivir sin grandes traumas. No sé cuando ni como podrás reponerte de tus agresiones y de esta herida en el alma tan brutal .En todo este trayecto estamos contigo. A toda la familia y a tus paisanos de Hontoria del Pinar, estas palabras de ánimo y de cariño que brotan desde mi mayor sentimiento solidario hacia tanto dolor.