Con nieve y hielo en parte de las calles, y ambiente festivo, se desarrolló el segundo día de las fiestas de San Ildefonso y la Virgen de la Paz, días grandes de las fiestas de invierno en Casarejos y en la que el grupo de ocho danzantes volvieron a bailar las once danzas del paloteo tradicionales para estas fechas. En esta ocasión, con la incorporación del joven Javier De Pablo quien se mostró seguro, y siguió los bailes, sin ningún contratiempo.
La coincidencia de los actos con el fin de semana ha permitido la presencia de hijos del pueblo, y gente con apego a Casarejos, que no se puede desplazar durante la semana.
Los actos del sábado arrancaron a las 13 horas con la ceremonia religiosa en la iglesia de San Ildefonso, a la que siguieron las danzas y, posteriormente la procesión con la imagen de la Virgen de la Paz a la que se baila la jota en tres ocasiones, la última en la puerta de la iglesia. Una vez dentro del templo, los presentes degustaron los sobadillos y el moscatel, con las jóvenes vestidas de piñorra y toda una estampa de fiesta tradicional recordada año tras año.
Los prolegómenos de estas fiestas tienen como rito secular la "luminaria" de la tarde-noche de ayer, 22 de enero. La tradición manda, según recogen algunos de los investigadores que al terminar la misa de vísperas de San Ildefonso los mayordomos de la cofradía -que son los encargados de traer los sobadillos y demás pastas para la ofrenda que hacen las piñorras a San Ildefonso y la Virgen de la Paz, y que son nombrados en el primer domingo de diciembre- son los que tienen que preparar la luminaria, que consiste en un pino al que se le han cortado algunas ramas al que se le coloca debajo una cesta con piñas y leña para que se prenda. Dicen que antaño servía como guía para aquéllos que venían a las fiestas aunque fuera terminada la misa de vísperas.
Desde la escuela de Casarejos se solicitaron ya hace años datos a los pueblos que son mencionados en las letras por si conocían o tenían danzas similares, pero la respuesta fue negativa. En cambio en alguna localidad tenían constancia de que antaño tenían imágenes de algunos de los santos citados en las danzas y que ahora no tienen. Así que es posible que a los carreteros de antaño se les "pegaban" un poco a las manos las figuras bonitas, aunque no hay datos fidedignos de ello.
Dulzaina y tamboril marcan el ritmo de los pasos y entrechoques del paloteo. La tradición marca que el palo se pase de padre a hijo, o, en su caso, a algún familiar, como es el caso de Javier, el joven incorporado estos días para quien "ya las voy a bailar todos los años".
Cuenta la tradición oral en la localidad que las danzas eran doce, y que una de ellas se retiró al tacharse de oscena la letra y poco apropiada para una fiesta como la que se celebra por esta época del año. Cada uno de los bailes tiene su letra determinada.
Las fiestas de Casarejos culminarán mañana domingo, con misa de difuntos y actos populares.