¡Que no me va a ganar a mí la tecnología! Vivo en mi pueblo de siempre, aquí está toda mi familia y los míos, pero mis nietos se han marchado fuera a estudiar y a emprender aventuras, como les digo yo, que no tenían bastante con el pueblo, ni con la capital. Ni siquiera con el país: uno está en Nueva York, otro en Londres. La más pequeña se fue a Japón…
Yo lo entiendo. Son muy jóvenes y quieren vivir la vida, ver cosas nuevas, aprender y tener miles de experiencias. Pero eso de que estén tan lejos no lo llevo bien. Son muchos meses sin vernos, porque entre los horarios de trabajos y estudios, y los vuelos… Además, ellos son muy independientes, y tiene allí su vida hecha.
A veces les pregunto si van a quedarse mucho más tiempo. Les digo que quiero verlos a todos juntos en la gran mesa del patio, bajo la parra y el albaricoque, donde solemos comer en verano. Y ellos dicen que no, que no, pero no vienen. ¡Cuánto los echo de menos!
Por eso me he apuntado a un curso de nuevas tecnologías en la casa de la cultura del pueblo, que empieza en un par de día. Me resulta curioso que lo sigan llamando nuevas tecnologías. Son nuevas para mí, que casi rondo los 80, pero para mis nietos, nuevas, nuevas, no son. Estos han nacido con el móvil bajo el brazo.
He estado leyendo el programa y me encanta. Aprenderemos a sacarle más partido al móvil, a mandar correos, incluso a comprar por internet. ¡Qué inventos! Veo a mis hijos que cada dos por tres compran cosas, o incluso hacen los pedidos a los proveedores de mi vieja tienda, que mantienen en funcionamiento, pero eso no es para mí. O, mejor dicho, no era para mí. Porque a partir de ahora seré una abuela 2.0.
Lo que más ganas tengo de aprender, es a hacer video llamadas para poder ver a mis nietos en esos países tan lejanos y tan inalcanzables para mí. Me encantaría llamarles cuando estén en la calle, y que me enseñen el Big Ben, la estatua de la libertad o el famoso cruce de Shibuya en vivo y en directo.
Además, nos vamos a apuntar varias vecinas, las que solemos ir juntar a misa y al café, así que las risas están aseguradas. Auguro un verano lleno de mensajeros trayendo tablets nuevas al pueblo.