Hoy estoy en blanco. Tantas semanas escribiendo un minirrelato para que lo disfruten ustedes, y hoy, de repente, no sé de qué hablarles.
Podría hablarles de Filomena, que nos dio mucha guerra hace unas semanas, pero a estas alturas la nieve ya se ha derretido y, mejor que hablar de ella, es pensar en lo bonitas que estarán las cascadas ahora con tanta lluvia y el deshielo, y apuntar en la agenda una escapada, provistos de gel, mascarilla y botas de agua.
Podríamos hablar de lo que a todos nos preocupa, pero no quiero ni nombrarlo. Ya todos somos conscientes de lo que está pasando y este pequeño espacio no es el lugar más apropiado para leer más amarguras, aquí venimos a despejarnos un poco, a leer y disfrutar, a volar con la imaginación a lugares y situaciones que, ¿por qué no?, podrían pasarle a cualquiera de ustedes.
Podríamos montar una mesa camilla y, con nuestro café caliente entre las manos, ponernos al día de los últimos acontecimientos, de los famosillos de turno, del último capítulo de la telenovela o de lo bien que estuvo la película de anoche. Todo eso mientras jugamos una partida de cartas o de dominó. No es mal plan.
Podríamos pasarnos la tarde mirando el móvil, contestando WhatsApp o viendo vídeos de YouTube, pero me parece que son ustedes más de los que miran a la cara, directos a los ojos, mucho mejor que a través de la pantalla.
Podríamos hacer esto y mucho más, pero me parece que ya no nos da tiempo a nada, y es que estoy a punto de terminar el espacio que tengo, ya ven ustedes, esta pequeña ventana que me permite colarme unos minutos en su casa.
Y así, con este relato que no es relato, y este pequeño homenaje a Lope (“Un soneto me manda hacer Violante…” Si no caen, búsquenlo, les va a gustar), me despido hasta dentro de quince días. Como decía algún presentador de cuyo nombre no quiero acordarme (oda a Cervantes, ya que estamos), ¡no me fallen!