Ricardo Arjona es a la música lo que la poesía al amor y al recuerdo. Arjona es un cantautor sublime, tierno y comprometido. Sus maravillosas letras sobre el amor, la amistad y la vida son un puente entre el pasado, el futuro y el presente que nos permite, por momentos, alcanzar la felicidad. Sostiene que “no se termina jamás el amor con sólo decir Adiós. Porque es importante tener presente que el estar ausente no anula el recuerdo, ni compra el olvido, ni nos borra del mapa”. Ustedes saben igual que yo que los recuerdos son como los besos de una madre; calurosos, tiernos e imborrables. Sin recuerdos no hay amor, ni desamor, ni tristeza o felicidad. Sin recuerdos la vida no tiene sentido. Y sin sentido, la vida simplemente no es vida. Aquella tarde del día de Navidad repasaba algunos apuntes para enfrentarme a los exámenes de primero de Periodismo en la Universidad de Navarra. El teléfono sonó y la sorpresa fue maravillosa: había sido invitado a ser un Rey Mago en la cabalgata de Salas de los Infantes. Sonreí y me emocioné. Era un gran honor. Así llegó aquella fría y esperanzadora noche del 5 de enero. Al llegar al salón de actos del Ayuntamiento, me encontré con el gran Aquilino Molinero y con Don José Antonio Rodríguez, dos instituciones de Salas de los Infantes. Aquilino, sonriente, me abrazó con el cariño que un niño abraza a un peluche. José Antonio, el gran peluquero de Salas, me apretó fuerte la mano saludándome con gran afecto y algo de emoción. Mi alma guarda aquel instante como quien guarda en un cofre el mejor de los tesoros. En una noche llena de sonidos, luces, música, caramelos, abrazos y sobre todo mucho amor. Una cita especial en compañía de dos hombres especiales. De Don José Antonio me quedo con su noble y sencillo corazón. El de un hombre amable, cercano y familiar que amaba Salas como quién ama la propia vida. De Aquilino recuerdo su maravillosa sonrisa iluminando el alma de todos aquellos que conocía en su camino. Un ser de luz que amaba la vida tan intensamente que a veces suplía la luz del propio sol. Aquella noche mágica y eterna es un refugio para mí en los días de tormenta. Imborrables son las lágrimas derramadas de felicidad y emoción de José Antonio y Aquilino ofreciendo sus regalos en la residencia de Santa María a los más ancianos. Como imborrable es el recuerdo de su recuerdo. Por desgracia José Antonio y Aquilino ya no están entre nosotros. Los dos cogieron un tren especial a un lugar maravilloso donde irradiar su alegría y su felicidad. Yo, como Antonio Machado, quiero pensar que la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros ya no somos.
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