Reivindico su significado lingüístico. Nosotros, los mayores, entendemos muy bien los mensajes en este idioma nuestro que se nos dio al nacer: el español. Y lo hablamos con corrección. Ahí está el tema de la comunicación verbal para hacernos entender y para saber escuchar. Pero hemos entrado en la era de la información tecnológica que sienta las bases de una comunicación artificial, con unas claves ininteligibles para los que vivimos en la escuela de la pizarra y el pizarrín.
Resulta paradójico que, a nuestra edad, y en un contorno rural de alta despoblación, tengamos que recurrir a estrategias telemáticas, a través de nuestros teléfonos móviles e “inteligentes”, para resolver cualquier dificultad operativa en la gestión de nuestros ahorros en las oficinas bancarias. Porque las sucursales de Bancos y Cajas de Ahorros cierran sus puertas en pos de sus estrategias económicas. Acudí con mi móvil y mi tarjeta bancaria a una sucursal para que una operaria, con cita previa, me explicara algo de las gestiones financieras a través del formato digital. Salí de la Entidad con nuevas aplicaciones en el teléfono móvil (app, dicen). Pero fue tal confusión en las palabras y tecnicismos para hacer factible la gestión bancaria, que no supe salir de mi ignorancia total. Y como colofón, eran tantas las “ventajas” con el uso de nuestra “app”, que consiguió el efecto contrario a su metodología explicativa: no entendí el significado de palabras técnicas, ni el manejo digital a través de la aplicación de mi móvil “inteligente”. Me pasó por la cabeza, que podría sacar dinero del Cajero Automático para una larga temporada con mi tarjeta, (lo que me permitan sacar) y guardarlo debajo del colchón, como hacían nuestros antepasados. Ignoro que tipo de soluciones se adoptarán en las Cajas de Ahorros y en los Bancos, para facilitar las gestiones de los clientes en la vida rural. Se suma al problema, esa ausencia de teléfonos móviles e inteligentes en muchos ciudadanos pueblerinos de edad avanzada.
A esta metodología cibernética se suman algunos de nuestros preclaros políticos, que tratan gestionar las consultas médicas en los Centros de Atención Primaria en nuestra tierra. Con “más gracia, y menos pecado”, dice el refrán. Esto es, mayores beneficios para los gerentes de turno con la consiguiente dejación de la atención sanitaria. A nuestros médicos, agotados hasta la extenuación y dignos de los mayores elogios, no les mitigan la ansiedad de su trabajo exhaustivo con un aumento de plantilla en consulta presencial, sino con la ubicación de unos móviles inteligentes en la mano donde oír a los enfermos el relato de sus dolencias. Y dictar el posible diagnóstico. Quizá, un buen día, los doctores llegarán a solicitar otro tipo de pruebas través de formatos digitales. Y nos vemos haciendo fotos para enviar a través de una comunicación telemática. Suma y sigue.
¿Estoy viviendo un sueño? En mi cabeza bullen palabras ajenas al idioma que ha desarrollado mi sistema cognitivo y que ahora, los mayores, tenemos que aprender su uso y significado: Aplle, Wifi, Twitler, Facebok, You Tube… etc. etc. No somos idiotas y podemos resolver los problemas con el razonamiento lógico que ya propuso Aristóteles. Somos personas. No “app”.
Guadalupe Fernández de la Cuesta