La nieve nos sorprendió igual que la fama, en bragas. Formábamos un grupito musical los amigos, sin más pretensiones que pasarlo bien y tener una excusa para vernos. María el bajo, Luis el teclado, Mike la batería y yo, Nora, cantante.
Nos conocíamos de toda la vida, habíamos ido juntos al cole, después al instituto… y nuestros caminos se habían separado en la universidad. María y yo fuimos a estudiar a Madrid, Mike se quedó en el pueblo haciendo un módulo y Luis empezó a trabajar en la tienda de su padre. Cada uno con nuestras ilusiones y nuestros sueños, con nuestros gustos… pero siempre juntos. Los cuatro mosqueteros.
Los veranos y las vacaciones seguíamos tocando en el garaje de Mike y, de vez en cuando, en algún bar del pueblo. Empezaron a llamarnos los amigos para sus bodas, bautizos… Para nosotros aquello no era un trabajo. Era una forma de vida. Vivir con la música.
En uno de esos saraos, alguien compartió un vídeo nuestro dándolo todo en YouTube. Y aquello fue una bomba. Miles de visualizaciones en pocos días, gente que se quería poner en contacto con nosotros, programas de radio de nuevos talentos interesados en captarnos… Y después de muchas negociaciones, un disco, número 1 en Los40, y una gira.
Y en esas estábamos cuando, en pleno mes de noviembre, por Santa Cecilia, nos dirigíamos a un concierto benéfico, cuando nuestra furgoneta quedó atrapada por la nieve.
La tele venía anunciado el mal tiempo hacía días, pero confiábamos en llegar a destino antes de que nos pillara, y una vez allí, retrasar un poco la vuelta si era necesario.
Debíamos llevar ya como dos o tres horas atrapados allí, muertos de aburrimiento. Como no podía ser de otra forma, empezamos a cantar y a sacar los instrumentos que podíamos. La gente empezó a arremolinarse alrededor de la furgo, algunos coreaban las canciones… nos asomamos tímidos por la puerta deslizante del coche y alucinamos: la gente cantaba, habían encendido los faros de los coches y aquello era una fiesta.
Nos pusimos los abrigos y salimos a cantar, hasta que la policía vino a avisarnos que la carretera había sido despejada. Fue alucinante. Y es que a veces las mejores cosas son las que salen así, sin planearse. El mejor concierto de nuestra vida.