La religión católica y los curas
El cristianismo tenía enorme peso social en la comarca serrana en la época anterior a la Segunda República. La mayoría de los vecinos eran católicos. En los pueblos grandecitos en los que el párroco no atendía a más de dos pueblos, como en Castrillo de la Reina, celebraba dos misas los domingos. Las festividades cristianas marcaban el acontecer en la vida de los pueblos. Las parroquias pertenecían a dos diócesis: las situadas al norte del río Arlanza dependían de la de Burgos y las situadas al sur, a de la de Osma (Burgo de Osma).
Se aceptaba el dogma del “más allá” con una vida eterna después de la muerte donde el Dios Justiciero podía castigar a los que morían en pecado mortal con el fuego del infierno. De ahí que al recién nacido se le bautizara; si moría sin este sacramento iría eternamente al “limbo de los justos”. Al moribundo se le administraba el viático y la extremaunción. La creencia en el Ser Supremo condicionaba la vida de los serranos que realizaban esfuerzos para satisfacerlo. El sacerdote, que estaba todo el día a disposición de los fieles, era una autoridad a nivel casi del alcalde.
Arzobispo Manuel de Castro
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El papa Pío XI en la encíclica Quadragesimo Anno de 15 de mayo de 1931 había arremetido contra el socialismo político: «Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista».
La religión católica, opinaban los obispos, estaba por encima del poder civil. La carta pastoral de los obispos del 25 julio de 1931 decía: «Siendo la Iglesia sociedad perfecta, soberana e independiente y, por naturaleza, origen y fin, de condición superior al Estado, ni fue nunca ni, aunque por suprema injusticia se intentase, podrá ser considerada como corporación subordinada al poder civil». Se basaban en “la verdad” de la biblia y, sobre todo, de los evangelios. Aquel que lo discutiera sería considerado un hereje. Se aceptaba la revelación divina por cuestión de fe.
El feligrés creía que la verdadera religión era la suya, la católica, y que las demás eran falsas. Así se lo recordaba el obispo de Osma al clero con motivo de las elecciones de 1936.
«Sabido es que la religión, más concretamente, la Iglesia Católica, ya que es esta la única religión verdadera, por su origen inmediatamente divino; por su fin sobrenatural; y por los medios propios, sobrenaturales también, de que se sirve para la consecución de aquel fin, es distinta, superior e independiente de la política, cuyo fin es, natural; los medios, naturales también; y su origen, aunque ciertamente divino, pero no lo es próxima e inmediata, sino mediata y remotamente divino».
El gobierno republicano inició la separación de la iglesia-estado e indicó el final de los presupuestos estatales destinados al clero y al culto católico. La República representaba un peligro para la Iglesia. La actitud de esta frente a la República será verla como un régimen opresor y perseguidor de la libertad religiosa en nombre de una mal denominada democracia. Su actitud combativa fue llevada a los sermones, a los periódicos y a los partidos católicos cuando todavía no había pasado un mes desde su proclamación. Si la república se consolidaba, era de temer a medio plazo una situación irreversible que llevaría al catolicismo a la marginalidad. El cardenal burgalés Pedro Segura, desde el púlpito de la catedral de Toledo el día 14 de abril de 1931 se refirió a la República como castigo divino. El benedictino montserratino Hilari Raguer, recientemente fallecido, afirmaba: «La proclamación de la República significó para la Iglesia española el brusco despertar de un sueño dorado: de serlo oficialmente todo pasaba a no ser casi nada, y aun a ser la bestia negra. […] Lo cierto es que la República, a la hora de enfrentarse con el problema religioso, se encontró con un clericalismo intransigente por una parte y, por otra, con un anticlericalismo feroz y vulgar».
Obispo Miguel de los Santos Díaz |
«En las circunstancias actuales… todos, sacerdotes, religiosos y fieles, acataréis y obedeceréis a los poderes constituidos, guardando a las autoridades todos los respetos y deferencias que les son debidos, cooperando cada cual dentro de vuestra propia esfera al orden, paz, prosperidad y bienestar de los pueblos…»
Los párrocos hacían un seguimiento casi policiaco de sus feligreses según las directrices del obispado. Debían enviar al prelado al acabar el año el número de sacramentos practicados por sus parroquianos en todo el año (bautismo, confirmación y matrimonio), que anotaban en el libro de matrícula parroquial y registraban el número de feligreses que no habían realizado el cumplimiento pascual, el número de niños sin bautizar, matrimonios religiosos, matrimonios civiles, entierros católicos, entierros civiles, fallecidos que habían rechazado los sacramentos, niños de primera comunión, periódicos católicos que se leían, periódico de prensa hostil a la iglesia…
Durante la República «la mayoría de las fiestas populares siguieron vinculadas a celebraciones religiosas como las romerías o las del día de los santos patronos. Esta circunstancia provocó algunos conflictos entre los católicos, partidarios de mantener el carácter religioso de las mismas, y los sectores laicos y anticlericales que buscaban su desacralización, así como la adopción de fechas y motivos laicos alternativos. La única excepción ente las fiestas tradicionales eran los carnavales, que vivieron su época dorada durante el quinquenio republicano».
Surgió una corriente de laicismo y de recesión del cristianismo. La práctica de los sacramentos se relajó en los pueblos que ganó la izquierda en las elecciones de 1936. Pero no era nada nuevo. Ya en la segunda mitad del siglo XIX los miembros del cenáculo espiritista de Quintanar de la Sierra (aspiraban a comunicarse con los espíritus por medio de prácticas mágicas y fue citado por Menéndez Pelayo en la “Historia de los heterodoxos españoles) ya no se casaban por la iglesia”. En el año 1889 el teniente-arcipreste de Salas de los Infantes en un informe de su visita escribía:
«Las costumbres públicas de los pueblos del arciprestazgo por lo común son morigeradas y cristianas especialmente en algunos pueblos que pueden considerarse como modelos pero tenemos que exceptuar al conocido Quintanar de la Sierra y Neila, por más que este último no ha llegado a tanto, en los que se profanan los días de fiesta, se blasfema públicamente, hay algunos concubinatos, se desatiende por muchos el cumplimiento del precepto pascual, notándose en el segundo el odio concebido de la política y extendido a las personas particulares... En los demás pueblos, sin embargo, de haber algunos defectos que corregir como son fallos de cumplimiento pascual y algunas separaciones temporales extramatrimoniales son muy raras las advertencias que ha habido necesidad de hacer... Los fallos de cumplir con el precepto [pascual] en el arciprestazgo son: Barbadillo del Mercado 7, Salas de los Infantes 4, Barbadillo Herreros 5, Riocavado 8, Huerta de Arriba 30, Neila 100, Quintanar de la Sierra 150».
El abandono de las prácticas religiosas y el indiferentismo hacia la religión católica, cuando no hostilidad, sería percibido en los pueblos por el clero rural como algo letal para la iglesia. Afirma Soriano Jiménez: «La iglesia está perdiendo la batalla de la fe con la juventud, pues ahora empiezan a dudar de esa religión que viene impuesta desde que un emperador [romano]se convierte en el siglo cuarto y, con ello, obligara a hacerlo a su pueblo. Aunque continúa con público, especialmente en los pueblos, por la hipocresía que conlleva en cumplir con sus prácticas: “Son legión aquellos que se confiesan y no dicen la verdad, los que comulgan y van bien almorzados, los que bautizan y casan por el qué dirán, los que van a la iglesia por pellizcar a las mozas y reírse del cura”».
Desde 1932 todos los matrimonios eran civiles si bien después casi todos celebraban la ceremonia religiosa. Un número indeterminado de parejas de Vilviestre del Pinar no celebraron el matrimonio eclesiástico. Una circular del obispado de Osma advertía a los párrocos: «Cuidarán con diligencia los señores curas de que el matrimonio canónico preceda al acto civil, compareciendo los recién casados ante el juez, a ser posible inmediatamente después de terminada la misa de velaciones o a continuación de la ceremonia religiosa». Y añadía: «Les advertirán los señores curas con toda gravedad y prudencia que, antes de celebrar su matrimonio canónico, no pueden sin cometer pecado cohabitar maritalmente, y además les manifestarán las graves sanciones canónicas en que ocurrirán en caso contrario».
A partir de enero de 1932 la iglesia no recibió ningún ingreso para el culto ni gastos para conservación de edificios. El domingo día 6 de noviembre de 1932 el párroco de Doña Santos anunciaba durante la misa dominical la apertura de una suscripción a favor del sostenimiento del clero. El arzobispo burgalés en una exhortación de diciembre de 1932 exclamaba: «Dios no permitirá que se dé el caso de un pueblo que abandone y deje en la miseria a su cura si ve en este el ‘hombre de Dios’, bondadoso y abnegado con entrañas de padre para todos los feligreses». La ley de Congregaciones Religiosas de 3 de junio 1933 suprimió la dotación para el clero y la Iglesia. La jerarquía eclesiástica trató de adaptarse e impulsó acciones destinadas a contrarrestar las medidas proponiendo la creación de una caja central en cada diócesis para pagar al clero. Los obispos de Burgos y de Osma anunciaron sobre la obligación de los fieles de asistir con sus limosnas al sostenimiento del culto y del clero suscribiéndose con una cuota fija.
Si se aplicaba estrictamente la constitución, el presupuesto para sufragar los haberes del clero tendría que suprimirse en 1934 y dejaría a los párrocos más pobres (los rurales) sin ingresos. El gobierno de Lerroux, que gobernó en el bienio radical-cedista desde diciembre de 1933 hasta febrero de 1936, la contrarrestó con la Ley de Haberes de abril de 1934 que determinó que los individuos del clero tendrían «derecho a percibir desde el 1º de enero de 1934, en concepto de haber pasivo individual y vitalicio una cantidad equivalente a los dos tercios del sueldo anual que les estaba asignado en el presupuesto que regía en 1931». Algunos curas pasarían necesidad pues en diciembre de 1935 el obispo de Osma rogó a los arciprestes que le enviasen una relación de los sacerdotes de su arciprestazgo que se hallasen necesitados de auxilio económico.
En Moncalvillo de la Sierra, Vilviestre del Pinar, Castrillo de la Reina, Pinilla de los Barruecos y Palacios no se bautizaron algunos niños en estos años. En Pinilla de los Barruecos los mozos en plan de mofa bautizaron en la calle a una niña sin cristianar y la impusieron de nombre Libertaria. En Quintanar de la Sierra eran pocos los niños que hacían la primera comunión y su párroco dirá en un juicio militar sumarísimo de 1936: «En un pueblo de 500 vecinos solo 10 han cumplido con la Iglesia... Los domingos no he solido ver en la Iglesia más que unos doce hombres a oír misa siendo a veces objeto de burlas por este acto cristiano».
En las escuelas la religión católica era una opción libre que los padres tenían que elegir rellenando un impreso. Matías González Salas, maestro de Cabezón de la Sierra, declaró que el pueblo durante la República estuvo «carente de párroco y poco se acordaban de recibir los Santos Sacramentos». Donde existió cierta implantación izquierdista las disquisiciones dialécticas existieron con tintes anticlericales.
«En Barbadillo de Herreros, [declara el veterinario en un juicio militar] hay una cantidad grande de marxistas de ínfima calidad que pregonaban la carne de cura a real y la de la guardia a 0,20 que demostraban con un entusiasmo indescriptible, han concurrido a mítines y manifestaciones, manifestando sus ideas con los gritos de esa gente de, viva el comunismo libertario».
La rivalidad entre párrocos y algunos izquierdistas era tal que aprovechaban cualquier ocasión para enfrentarse. La religión y los curas fueron el blanco de las burlas de ellos. Los jóvenes componían coplas en las que se ridiculizaban o criticaban al clero y la religión. En un pueblo de la zona de Lara tras las elecciones de 1936, sindicalistas se burlaron del cura joven exhibiendo la bandera republicana y cantándole una canción blasfema.
Corre, cura, corre / que vienen las Hijas de María. / ¡Quién sabe si algún día / tendrá nietos la Virgen María!
La letra satírica que se cantaba con la melodía del himno de Riego se hizo popular en la época republicana:
Si los curas y frailes supieran, / la paliza que les van a dar, / subirían al coro cantando: / ¡Libertad, libertad, libertad!
Miguel Varga Arnaiz “Miguelón” en San Millán de Lara «fue uno de los que el primero de mayo de 1936 daba en esta villa vivas al comunismo libertario y mierda al clero». Y añadía: «En cuanto a religión hacía alarde de su irreligiosidad y se vanagloriaba de no haber entrado en la Iglesia en muchos años, añadiendo que el día que le vieran entrar en la Iglesia podrían considerarle como loco».
La guardia civil declara del riocavadeño Narciso Martínez que se ensañaba «contra un humilde sacerdote al que por todos los medios trataba de hacerle imposible la vida, llegando al extremo de permitirse la libertad de fumar dentro de la iglesia y otras groserías de esta índole, lanzando las colillas contra los fieles, con el fin de molestarles y distraer su atención».
Se cuenta, aunque existen discrepancias al respecto, que los mozos de Castrillo de la Reina metieron los burros del pueblo en la ermita de San Roque para mofarse del cura. Los jóvenes de Riocavado de la Sierra le quitaron el badajo a la campana. En Monterrubio de la Demanda los izquierdistas en plan de sorna cuando la gente iba a misa los domingos se iban a excavar patatas; una noche subieron al cementerio y rompieron todas las cruces. En Doña Santos la noche de la festividad de Todos los Santos, «entre toque y toque de campanas, se entretuvieron varios mozos graciosos y listos, en deshacer las almohadillas que había en la iglesia, derramando la lana por el suelo del templo».
Los obreros de la carretera y del túnel de la Yecla de Santo Domingo de Silos cuando pasaban los monjes benedictinos de Silos de paseo los jueves burlonamente les imprecaban:
- ¡Ay! ¡Qué poco os queda!
En Barbadillo del Mercado, Marceliano Cerreda, según el párroco, hizo una activa propaganda de las ideas izquierdistas, habló en contra de la religión católica y además era ateo e indeseable en todos los aspectos.
Según el cura de Pinilla de los Moros el maestro Guillermo Peñalva, decía a los labradores, mostrando el anticlericalismo: «Quitaremos curas, frailes, guardia civil que no sé qué hacen en España, fracasaron para siempre, el ejército está con nosotros y al que no esté Azaña se encarga de eso».
Este anticlericalismo contrastaba con la profunda religiosidad de amplias capas de la población. Según Luis Castro Berrojo no se «tienen datos para hacer una evaluación global de la evolución de las costumbres y mentalidades religiosas en toda la provincia durante esos años, pero parece que en la gran mayoría de los pueblos no se dejó sentir demasiado el soplo laicizante republicano».
La izquierda miró con recelo al clero rural, muy conservador, con gran influencia en el mundo agrario que se alineó con los partidos de derechas. En las elecciones constituyentes de 1931 el candidato socialista Manuel Santamaría, aunque no hubo incidentes de importancia en las elecciones en la provincia, presentó la siguiente queja: «En algunos pueblos de la Sierra el clero rural en vez de limitarse al cumplimiento de su sagrado ministerio había quitado a los electores la candidatura en forma violenta y les había entregado otra».
Por el decreto de la Sagrada Congregación de Roma de marzo de 1931 se convino que cada iglesia tuviese las campanas consagradas para invitar únicamente a los fieles a los divinos oficios y demás actos de religión. Sin embargo, la torre del campanario siguió realizando otras funciones municipales: algunas disponían de un reloj que indicaba la hora al municipio con sus campanadas, para avisarle ante un fuego o una calamidad, para pregonar… En un gesto de laicismo el ayuntamiento de Palacios de la Sierra estableció una tasa a la iglesia para los toques de campana. La Delegación de Hacienda devolvió al ayuntamiento de Palacios los presupuestos de 1934 para que eliminase de los mismos la partida de 150 pesetas por el arbitrio consignado como impuesto por el toque de campanas. La “guerra de las campanas” se mantuvo hasta el 18 de junio de 1936 cuando la Dirección General de Rentas Públicas envió a todas las Delegaciones Provinciales de Hacienda una circular declarando improcedente de la inclusión de gravámenes sobre el toque de campanas en los presupuestos municipales.
La quema de iglesias de mayo de 1931, los sucesos de Asturias y los ataques a los edificios religiosos de la capital de España entre febrero y julio de 1936, además de la constitución laica, sembró el miedo en el clero rural. Argimiro Pascual, cura de Palacios de la Sierra, aunque ya era cazador, llegó a hacerse con una pistola. Este al ser preguntado si había sido perseguido por el secretario Tomás Medrano en las diligencias previas del juicio a este y si este le obligó con sus persecuciones a salir del pueblo de Palacios de la Sierra dijo: «Que allí fue muy perseguido por parte del Ayuntamiento, sin poder afirmar que fuera el Medrano el causante de ello, inclinándose a creer que no fue él, pues personalmente le tuvo toda clase de consideraciones». Argimiro se las apostó al vecino Agustín Sanz en una discusión con trifulca y el cura sacó la pistola amenazante. Una pistola apareció detrás de un retablo en la iglesia de Vilviestre del Pinar bastantes años después de la guerra, que fue atribuida al párroco regente durante la república. En 1936, la sospecha llevó a los guardias de asalto a registrar la casa del cura de Castrillo de la Reina en busca de armamento y municiones con el resultado negativo.
Se puede llegar a la conclusión de que hubo intransigencia por parte de algunos curas y de revanchismo de algunos simpatizantes de la República.
Los curas y los ayuntamientos
Ciertos sacerdotes tuvieron problemas en los ayuntamientos izquierdistas en el periodo republicano ya que estos dejaron de subvencionar gastos de edificios y de funciones religiosas de la iglesia según el artículo 26 de la Constitución. Cuando el gobernador de Burgos en 1935 comentó en una visita al comunero de Revenga que algunos desembolsos que originaba la fiesta religiosa de la romería bien podían justificarse en otros gastos de festejos profanos de los ayuntamientos, «Simeón [secretario de Quintanar de la S.] ponía obstáculos invocando la Constitución vigente y diciendo o tachando de interesados a los sacerdotes; y así en las reuniones de otras veces y en contra del criterio de muchos concejales». El enfrentamiento de Simeón con el párroco de Quintanar, Antonio Santamaría, fue tal que este último declarará en el expediente abierto por el ayuntamiento:
«Es una mente peligrosa en el aspecto político, social y religioso, hijo del cacique del pueblo Pedro Gil, y el más cacique ya, que su padre y el más peligroso por tener más cultura y disponer del resorte de la secretaría del Ayuntamiento».
En 1935 el ayuntamiento de Quintanar comunicó a este sacerdote que lamentaba no poder prestar ayuda económica a la reconstrucción de la ermita de la Guía. Y ante el estado ruinoso de la iglesia solicitó en mayo de 1936 al ayuntamiento su reparación, «toda vez que se trata de un edificio del pueblo». Se le contestó que «lo pretendido se halla prohibido por la Constitución de la República puesto que a juicio de los concejales más que edificio del pueblo es edificio religioso».
Los ayuntamientos izquierdistas de Vilviestre del Pinar y Quintanar de la Sierra consideraron a los párrocos como unos vecinos solteros más, sometidos a las mismas ordenanzas en los repartos de los aprovechamientos forestales de pinos, dejando de percibir la “suerte entera” de los matrimonios, aunque alegaron estar “casados con la iglesia”. El cura de Vilviestre demandó al ayuntamiento en el juzgado de Salas de los Infantes por no haber recibido la suerte entera de pinos. El juzgado desestimó la demanda del sacerdote.
El ayuntamiento de Riocavado de la Sierra retiró al cura una cantidad monetaria asignada por el toque de las campanas. Ciertos párrocos en estado de tensión por problemas con sus feligreses o vecinos, cambiaron de parroquia durante la República (Palacios, Vilviestre...). El de Cabezón de la Sierra, Lino Peña, se trasladó a vivir a Pinilla de los Barruecos por tener algún problema vecinal; en el nuevo pueblo recibiría una fanega de trigo al año de cada cabeza de familia.
El cardenal PEDRO SEGURA SÁEZ (1880-1957), hijo de maestros, nació en Carazo (Burgos). Cuando se proclamó la Segunda República era Cardenal Primado de Toledo. Ordena que se hicieran rogativas en su diócesis "durante todo el tiempo que las necesidades actuales perdurasen" pues se oponía a la república. Lanzó una violenta diatriba contra la República afirmando en una pastoral: «Cuando los enemigos del reinado de Jesucristo avanzan resueltamente, ningún católico no puede permanecer inactivo». El 13 de mayo de 1931 marchó a Roma y volvió el 9 de junio. Cuatro días más tarde fue detenido y expulsado de España. El Vaticano le forzó a renunciar a su cátedra y a permanecer fuera de España. En 1937 fue designado para regentar la archidiócesis de Sevilla para lo cual entró en España por Gibraltar. Fue hombre de gran rectitud, fuerte carácter, católico intransigente, sin tacto diplomático. Se podría decir de él que defendía como sistema de gobierno la teocracia donde el poder político estuviera sometido al poder religioso. Estas cualidades, unidas a su fidelidad a ultranza a la monarquía le llevarían pronto a enfrentamientos con los poderes establecidos: la República, la dictadura del general Franco y en más de una ocasión con la Santa Sede. Se opuso a que se instalaran placas con los nombres de los “caídos” en los muros de la catedral y parroquias de la diócesis de Sevilla. |
DOCUMENTOS CONSULTADOS
Archivos de los ayuntamientos de Quintanar de la Sierra. BOLETÍN OFICIAL DEL OBISPADO DE OSMA. CASTRO BERROJO, Luis; Capital de la Cruzada: Burgos durante la Guerra Civil. Editorial Crítica. Causas militares de Mateo Peraita Lerena, Narciso Martínez Antolín, Tomás Medrano Lázaro y causa sumarísima 253-36 de los huidos de Palacios de la Sierra. DIARIO DE BURGOS. GACETA DE MADRID. GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo [et al.]; La Segunda República. Ediciones Pasado y Presente. Expedientes de depuración de los maestros Matías González Salas y Guillermo Peñalva Pérez. Expediente de depuración del secretario Simeón gil e Quintanar de la Sierra. Expediente de la Comisión de Incautación de Bienes de Miguel Varga Arnaiz. PALACIOS BAÑUELOS, Luis; La Segunda República en Burgos; en Historia de Burgos IV Edad Contemporánea (1), Caja de Burgos. PALACIOS BAÑUELOS, Luis; Elecciones en Burgos 1931-1936: El Partido Nacionalista Español, Universidad Complutense, 1981. RAGUER, Hilari; La espada y la cruz: la Iglesia 1936-1939. Ed. Bruguera. RILOVA PÉREZ, Isaac; Guerra Civil y violencia política en Burgos (1936-1943). Dossoles. SORIANO JIMÉNEZ, Ignacio C. [et al.]; El anarquismo en Burgos, Fundación Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo.