jueves. 13.03.2025

Paz Molinero: "Antes no teníamos mucho pero todo se saboreaba más y había mucha más alegría de vivir"

El gran cineasta sueco Ingmar Bergman afirmaba con razón que envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista más serena y amplia. Los años, a pesar de lo que piensen muchos, no nos restan vitalidad, siempre y cuando deseemos que nuestro corazón siga latiendo vivo mientras persigue sueños, aunque sean pequeños. Paz Molinero Moreno, natural de la preciosa e histórica localidad de Huerta de Rey, nunca jamás ha dejado de soñar, a sus 86 años, con seguir cambiando su pequeño mundo, el de su familia, sus amigos y todos aquellos que la quieren y la respetan en su pueblo natal. Su niñez fue maravillosa junto a sus ocho hermanos en un pueblo que en aquella época rebosaba vida.

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Paz Molinero Moreno.

Sin embargo, sus padres tenían un comercio y desde muy pequeñita le tocó echar una mano con el negocio familiar atendiendo el mostrador. “Después, al casarme con Goyo, el amor de mi vida, me tocó ayudarle con la sastrería primero y con el taxi después. La verdad es que siempre he sido una persona muy activa. Promoví la creación de la Asociación de Amas de casa “El Campanario”. Creí que podría ser bueno reunir a las mujeres para orientarnos y ayudarnos las unas a las otras. Al final ha sido todo un éxito porque hemos aprendido, nos hemos ayudado y también nos hemos entretenido. Con la asociación además hemos viajado por toda España visitando, entre otros lugares, el congreso y el senado y hemos recuperado tradiciones como las Águedas o la Matanza realmente importantes para Huerta de Rey”.

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Foto histórica que muestra la matanza en Huerta de Rey, una de las actividades que organiza la Asociación de Amas de Casa "El Campanario". 

Paz, que es una persona con una fe cristina inquebrantable, ha vivido una vida dedicada en cuerpo y alma a su familia. Tuvo cinco hijos pero Virginia, que era la mayor, murió dejando un vacío en su alma y en la de sus hermanos difícil de llenar. También se fue Goyo, su marido y el amor de su vida. Sin embargo, su vida sigue muy unida a sus hijos Gregorio, Rosana, Javier y Angélica y a sus nietos, a los que adora y que siempre están muy presentes en todas las reuniones familiares. “Yo ya soy de una familia numerosa. Éramos ocho hermanos. Mi abuelo Adolfo Moreno Díez tuvo 64 nietos y es famoso y conocido por ser quien puso los nombres raros. Fue el secretario del ayuntamiento entre 1900 y 1935. En aquel momento era habitual en los pueblos pequeños, donde muchos de sus habitantes eran parientes, que los nombres y los apellidos se repitiesen, lo que era un gran problema para el reparto del correo o los recibos de la contribución.  Por eso mi abuelo tuvo la ingeniosa idea de echar mano al martirologio romano que es catálogo de los santos, beatos y mártires honrados por la Iglesia católica. Fue una medida que los vecinos adoptaron como una buena solución y fue así como empezaron a bautizar a sus hijos con nombres del martirologio. Por eso Huerta de Rey ha sido incluido en el Libro Guinness de los Récords mundiales por ser el pueblo cuyos habitantes tienen los nombres más raros o poco comunes del mundo. 

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Imagen en la que aparecen todos los hijos y también los nietos de la familia. 

Paz es maravillosamente intensa y viaja a través del tiempo explorando sus recuerdos como quien explora una maleta buscando los mejores regalos que le dio la vida. Uno que le hace sonreír y ser de nuevo feliz tiene que ver con los treinta años que pasó siendo la bibliotecaria más querida de Huerta de Rey y de toda la comarca. “Me presenté a un examen, lo aprobé y fue así como he pasado una de las épocas más bonitas de mi vida. Si creo que el espíritu de lectura se perdió con la llegada del telecentro. Pusieron ocho ordenadores y he de confesar que al principio fue un furor pero era mucho más bonito el deseo de leer en papel. Ahora lo que tenemos es un club de lectura. Casi todas somos mujeres y es ahí donde también hacemos todos los cursos. Solemos organizar un cine fórum pero realmente no es la biblioteca de antes con su silencio y su seriedad. Allí he conocido chicos de todas las edades. Ahora vuelvo a ver a muchos de ellos después de tanto tiempo y observo que muchos no han cambiado el mal comportamiento que ya tenían entonces. La verdad es que muchas veces tuve que llamar a sus padres. Era estricta en ese sentido porque para mí era esencial respetar a todos aquellos que de verdad querían leer”.

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Con mujeres del pueblo en la biblioteca durante un curso de lectura

El pasado es la única cosa muerta cuyo aroma es dulce decía el escritor Eduard Thomas. Es una música deliciosa y añeja que hace bailar nuestros recuerdos devolviéndoos sonrisas y también lágrimas. El pasado, para aquellos que fueron felices, siempre fue mejor. Por qué es irrepetible y también porque no deja de ser inolvidable. “Yo creo que hoy se vive de forma diferente y peor porque se han perdido muchos valores referentes a la familia y a las costumbres. Con la matanza antes por ejemplo se mataba un cochino y se repartía entre toda la familia. Aunque no teníamos mucho, todo se saboreaba y todos cabíamos en las casas. Hoy tenemos grandes casas y familias pequeñas”, matiza Paz.

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Foto tomada durante una celebración familiar. 

Sin embargo, Paz vive el presente con enorme optimismo e ilusión. Le gusta mucho usar el móvil, con el que se desenvuelve muy muy bien. “Es una compañía y una ventana abierta al mundo al que la gente mayor tiene demasiado miedo. Yo siempre les digo que es muy útil y que tienen que usarlo. La verdad es que yo estoy encantada porque mis hijos viven fuera y me puedo conectar con ellos a través del WhatsApp. Es un artefacto mágico y maravilloso que todas las personas mayores deberían tener.

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El coro de las amas de casa, otra de las actividades de la asociación. 

El amor es siempre caprichoso. Algo así como un hoja que el viento mece decidiendo donde debe caer y cómo posarse. El amor llega y se convierte en la luz que guía nuestras vidas. Paz conoció a Goyo, el amor de su vida, en el que antes era el tradicional baile de Huerta de Rey. “Goyo era amigo de mis hermanos. Lo conocí en el baile de los domingos. En aquella época si le gustabas a un chico te sacaba al baile. Me casé con 23 años y con treinta ya tenía a mis cinco hijos. De mi juventud recuerdo los tiempos de la fonda Amalia. Los lunes de mercado también había baile hasta las diez o las once. Venían de  Orillares, de Hacinas, de Salas de los Infantes. Venían, compraban comida en la plaza del mercado y se lo llevaban a casa de mi madre para que se lo guisara. Recuerdo que se valoraba especialmente el escabeche de bonito y que además en casa de mis padres se daban bocadillos de jamón”.

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Junto a su marido el día de su boda. 

Paz a sus 86 años tiene la vitalidad de una adolescente. La vejez no se atreve a visitar su corazón que sigue buscando en cada latido vivir intensamente los regalos que le da la vida y que siempre le han conducido a su destino. Asiste continuamente a cursos y charlas en su pueblo natal, una localidad “muy viva” culturalmente hablando. Sigue disfrutando de la lectura y del periódico impreso de TuVozenPinares que le dejan a las puertas de casa.

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Con su marido Goyo, que fue taxista durante muchos años en Huerta de Rey

“Además, soy voluntaria de la lucha contra el cáncer y de la Cruz Roja. Soy además muy creyente y creo que tolerante. Estoy muy implicada en el consejo pastoral y suelo asistir al arciprestazgo de Salas. La verdad es que la religión siempre fue un gran refugio para mí. Sin duda alguna creo que la clave de mi vitalidad está en la genética, en mis ganas de vivir y tal vez también en que jamás fumé ni bebí" (sonríe Paz finalizando la entrevista).

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Reconocimiento de su voluntariado con la Asociación Española contra el Cáncer

 

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