“Mi abuelo Julio por desgracia murió muy joven un año antes de que yo naciera. Era carretero y siempre fue muy conocido en la comarca. La mayor parte de los carros que hay expuestos los hizo él. Vivieron en Hontoria del Pinar durante mucho tiempo y al llegar la innovación del momento con las nuevas ruedas de goma su negoció se fue a la ruina. Siempre me dijeron que, como los hombres de aquel momento, fue severo en la educación de sus hijos. En casa en aquella época siempre se cenaba a las nueve y en una ocasión la misa se retrasó y el abuelo se presentó allí para decirles que era hora de cenar y que todos debían ir a casa. Matilde, mi abuela, murió en Pinilla cuando yo tenía 12 años. Siempre la vi una mujer mayor a la que recuerdo en su cocina y viendo las telenovelas por las tardes hasta quedarse dormida.
Tenía un humor castellano muy chinchón y siempre nos tiraba del pelo. Disfrutaba mucho poniéndose su vestido de lunares y maquillándose para ir a misa y le encantaba jugar a las cartas. La verdad es que me hubiera gustado haber podido disfrutar mucho más de su compañía durante todo el año”, explica María. Porque tras aquellos interminables y maravillosos veranos llegaba el castigo de volver a Barcelona para recluirse de nuevo en un piso pequeño atado de nuevo a la rutina de la ciudad.
“Siempre lloraba al bajar con mis padres la carretera del cementerio en el pueblo para regresar a la ciudad. Vivir con mis primos apiñados en la casa del pueblo esperando el pito de la furgoneta del pan era una auténtica felicidad”, matiza. Si la vida nos va enseñando como caminar, la preparación nos sirve para hacerlo siempre buscando el camino correcto.
Tal vez por eso y por el profundo amor que María sintió desde niña por la naturaleza y los animales, decidió estudiar la carrera de biología en Barcelona, su ciudad natal. “Realicé la carrera en la Universidad de Barcelona y viví durante un año y medio en Ecuador realizando un voluntariado. Luego estudié un máster en Genética Humana en la misma universidad y comencé unas prácticas en un pequeño laboratorio para estudiar la osteoporosis, un efecto secundario a los medicamentos en el tratamiento del cáncer de mama. Ese fue al final mi tema de investigación al realizar el doctorado en la Universidad Pompeu Fabra. Presenté mi tesis en 2016 y después llegó un parón en mi vida laboral. Necesitaba un descanso, reordenar mis pensamientos y reflexionar acerca de donde quería dirigirme”.
“Así en 2018 comencé a trabajar en el Hospital San Juan de Dios en el que estuve hasta 2022. Trataron de alargar mi contrato pero fue imposible y así es como surgió profesionalmente la opción de poder regresar a Pinilla de los Barruecos. Yo llevaba mucho tiempo reflexionando con cambiar mi vida personal y laboral y llegó la oportunidad de poder trabajar de auxiliar administrativa en el Ayuntamiento de mi pueblo”, explica. Y es que María ha emprendido un viaje de vuelta de Barcelona a Pinilla que le ha dado un revolcón maravilloso a toda su vida. Su nuevo trabajo en este histórico y precioso pueblecito de 150 habitantes nada tiene que ver con todo aquello que estudio. Su día a día se basa en la atención a sus vecinos y la ayuda que le presta al secretario con los trámites más sencillos.
“En principio es una sustitución definitiva. Me toca organizar papeles, preparar facturas, manejar solicitudes y ayudar a los vecinos con cualquier trámite que necesiten hacer a través de internet. La verdad es que ha sido un cambio drástico y todavía me estoy adaptando. Me está costando un poco todo lo que tiene que ver con la mentalidad porque sin duda son dos regiones diferentes a nivel social. Aun así estoy disfrutando muchísimo de la naturaleza, que era lo que me faltaba en Barcelona. Aquí puedo disfrutar mucho de mis perritos y de dos ninfas que adopté”.
“Así que el cambio no sólo era por mí sino también por estos maravillosos pajarillos a los que enseñé a volar tras toda una vida recluidos en jaulas. Por eso quería regresar para poder así soltarlos y que fueran libres ya que van y vuelven cuando ellos quieren. Y digo que tenía dos pájaros porque el mes pasado me desapareció uno. No sé si se lo pudo comer el gato del vecino o tal vez un halcón que solía acecharlos. El caso es que algo les sucedió y uno de ellos no volvió a casa a dormir, un riesgo que yo asumí prefiriendo que fueran libres a pesar de los peligros que también entrañaba esa libertad. Así que ahora ya sólo me queda Kiko, que es un pájaro super entrañable y super inteligente”.
María alterna su trabajo en el Ayuntamiento con la misma función que desempeña como administrativa en COPIVA, la Cooperativa Ganadera de su localidad donde trabaja dos días de nueve a una. Vive en la casa de sus abuelos y reconoce que le ha sido imposible encontrar una vivienda en venta en alquiler en su pueblo.
“En un gran problema la verdad. Aun así aquí he vuelto a ser esa niña que subía a la eras para ver las estrellas, sentir la caída de las hojas, la marcha de las golondrinas y estar en contacto con los ciclos naturales de la madre tierra. Si que es cierto que tengo que buscar algún trabajo más que complemente lo que hago ahora mismo. Aun así no tengo ninguna intención de volver a Barcelona. Quería probar al menos un año y de momento me quedó aquí, en el pueblo de mis abuelos y en el lugar en el que ahora mismo soy muy feliz”, finaliza.