El dramaturgo Tom Stoppard tiene razón al afirmar que si llevas tu infancia contigo nuca envejecerás. Porque la infancia es el refugio de los valientes en los días de tormenta. Es ese beso dulce y cálido que una madre nos da ante el temor al frío de la oscuridad. Es como el abrazo de un padre ante el miedo a la propia vida. Es un barquito chiquitito de cristal que navega libre jugando con las olas y desafiando al viento. Es como una cometa de colores ligera e invencible que surca el firmamento saludando y sonriendo libre desde el cielo. La infancia ese ese bául de los recuerdos y de las llaves de las puertas de la propia vida. Humberto Abad nació en 1958 en la preciosa e histórica localidad de Quintanar de la Sierra en Burgos.
Abad es ante todo un buscador de respuestas a preguntas a veces complicadas. Un artista que busca superar límites de comprensión con creatividad, ingenio, valor, honestidad y viajes en el tiempo. Límites sujetos a veces a corses rancios y anquilosados. Por eso es un hombre hecho a sí mismo. Un hombre sin miedo, de mirada pausada y tranquila que siempre busca más allá de lo que parece evidente. Por eso hace suyo el concepto de viajar y redescubrir y aprender y cambiar y sentir de otra manera. “Recuerdo perfectamente que era un niño libre, feliz que no tenía ataduras, corsés o cárceles. Vivía a mi aire, siempre manipulando objetos y construyendo y deshaciendo cosas. Yo hacía mis propios mecanos y siempre a mi manera. Era en el fondo un niño rebelde porque no quería dejar de serlo. Volaba y sentía y viajaba empleando el tren de la imaginación. Gracias a esa libertad he conseguido llegar hasta aquí”.
La sala de exposiciones Pedro Torrecilla acoge hasta el 1 de marzo la exposición 'Rebobinando 201988. En el borde del Arte', de Humberto Abad. La muestra, abierta desde el jueves 23 de enero, reúne 45 obras del autor, gran parte de ellas talladas en madera. Laura Sebastián, directora general de la Fundación Cajacírculo, ha sido la encargada de presentar la exposición del escultor burgalés, una retrospectiva a la obra de Abad a lo largo de sus 30 años de trayectoria en los que ha expuesto en más de 50 salas de España, Francia y Portugal. Sus temas hablan de la crueldad y de la belleza, del dolor y también de los sueños. Temas tallados con tesón y esfuerzo en madera de haya, caoba, pino, castaño de indias, olmo, fresno, roble, arce, nogal e incluso madera de variedades tropicales. Abad es hoy en día uno de los mejores escultores en madera de España. Y es un artista reconocido y premiado también a nivel internacional. “Antes sólo fabricaba cosas y ahora consigo obras que emocionan. Yo no trabajo para comprarme un mercedes. No creo en el mundo material. Por eso voy despacio, viajando en el camino correcto observando y aprendiendo y también cruzando emociones.
La muestra es un pequeño homenaje a su mujer, que se ha jubilado recientemente. Para ella ha creado lo que ha llamado el “Kit del descanso”. Es una pieza en la que el elemento principal es una bobina de madera. “Mi mujer siempre me ha querido como soy y ha respetado el camino artístico elegido por mí. Es generosa y feliz. Siempre está sonriendo y lo hace con candidez, una de las cualidades más bonitas de un ser humano. Mi hija ha sido también un gran apoyo en los momentos más difíciles. Es generosa también pero sabe siempre estar en su lugar y también defender su posición en cada momento”.
Abad nació en 1959 en la maravillosa e histórica localidad de Quintanar de la Sierra. Aquellos años de posguerra eran duros y las familias sobrevivían unidas al abrigo de los trabajos tradicionales. Quintanar era entonces el corazón de los pueblos de la Demanda burgalesa. Un pueblo precioso y orgulloso que contaba entonces con más de 4000 habitantes. En la actualidad, lucha contra la despoblación, un mal endémico que está atacando a las zonas rurales de media España. “Yo vivo en Cuscurrita de Juarros, un pueblecito de tan sólo seis habitantes. Creo que la situación de los pueblos es complicada, pero también creo que el tiempo traerá una transformación unida a la búsqueda de nuevas formas de vida”.
Abad confía en su camino de creación como algo tranformador. Y es que esa creación puede conseguir efectos maravillosos porque en el fondo todos somos viajeros de transmisión. A todos nos surgen preguntas y paradojas que dan lugar a vivencias a veces difíciles. Es precisamente de ellas de donde nacen las verdaderas obras de arte. “No tengo formación académica, pero si me he concentrado en vivir y hacerlo de forma intensa. Por eso cuando quiero esculpir siempre realizo un ataque directo. Ese ataque me permite visualizar lo que quiero pero debo enfrentarme a sus dificultades y a sus nudos. Y a veces sucede que me encuentro en pleno proceso con la persona más indiferente del mundo y es ella la que termina por darme las respuestas que buscaba”.
Humberto cree que el viaje es esencial en el camino del conocimiento. “En Nápoles hay una capilla con la que lloré. Es verdad que necesitamos mitos, pero puedes encontrar a grandes artistas en todos los lugares del mundo. “Lo cierto es que siempre encuentro sin buscar, algo que es absolutamente maravilloso. Sin embargo, también en el universo del arte hay impostores y diletantes. Tienen formación cultural y su único objetivo es tapar el talento de los grandes. Y es que las galerías, los museos y todo este mundo mueve mucho dinero”.
Humberto ama la madera como quien ama la vida. Y es que es un material que le plantea problemas e interrogantes nuevos y eso engancha. También realiza fotografías y mezcla conceptos siempre que llegue donde realmente quiere llegar. Le apasiona la lectura y ese cruce de palabras que da lugar a juegos y significados infinitos. “No valgo para escribir porque me cuesta mucho reflejar lo que pienso. Aun así, a veces si encuentro el momento ideal y llega algo que merece la pena y eso es alucinante”. Para él Internet y las redes sociales son como la comida, una necesidad. “Un día yendo en bici me perdí y al ver a un pastor me paré para preguntarle. Resulta que el hombre sacó su móvil y con el GPS me indicó hacia dónde debía ir. Para mí Internet es una necesidad. Y lo cierto es que me viene bien”. Viajar para él es también una necesidad espiritual. El viaje es el propio camino y lo que este nos devuelve. Ha visto medio mundo, pero Picos de Europa es su lugar en ese mundo. Adora desayunar fuerte y relajarse después. Para él el tiempo es relativo y la muerte, que ha vivido muy de cerca, siempre está ahí, como una frontera que algún día habrá que cruzar. “El año pasado un gran amigo y fantástico artista hizo una exposición de los doce apóstoles y algunos llevamos un objeto relacionado con la muerte. Uno de nuestros amigos, que es médico, llevó simplemente una maleta vacía. Creo que es una de las imágenes más poderosas para ilustrar lo que es la muerte como tránsito al que vamos después de la vida. Vivir al máximo, intensamente y sin dejar nada por hacer. Porque allí donde todos vamos llevamos simplemente una maleta vacía”.