Dicen en que cuando naces el destino te sonríe y se despide hasta una próxima vez. Débora Serrano Martínez vio la luz en la maravillosa e histórica ciudad de Burgos en 1977. Sus padres, Teófilo y Teresa eligieron su nombre por su originalidad y por qué aparecía en la biblia. Combinaba a la perfección tradición y modernidad. “Con mucho orgullo soy Serrano por parte de padre y Martínez por parte de mi madre. A los dos les adoro y les amo con locura. Soy una mezcla de ambos y los dos apellidos tienen el mismo valor e importancia para mí. Mi padre es natural de Tolbaños de Arriba, un pueblecito burgalés de enorme belleza e interés. Mi madre nació en Brizuela, una localidad maravillosa situada en el norte de Burgos. Tengo una hermana y un hermano, Ana y Roberto y luego llegó mi cuñado Toño”.
“Para ambos mi nacimiento debió ser una gran alegría. Había llegado un “juguete” nuevo a la familia y este si que era de verdad. Con él podían jugar y hacer perrerías, pero también era una nueva responsabilidad que compartirían el resto de sus vidas”. Débora viaja a Madrid con 18 años para desarrollar su carrera profesional. Sin embargo, regresa cada verano a Tolbaños para disfrutar del pueblo, de su familia, de la naturaleza y de la libertad. “veranos mágicos sentada al sol con mi madre o con un buen libro. Tardes de brisca con las tías cuando no son pares o días con niños revoloteando arriba y abajo. En especial con mi ahijado Roque Comidas, vinos y vermuts toda la familia. Días para disfrutar yendo a por leña y sobre todo y ante todo, en compañía de mi padre en el monte. Juntos hemos recorrido muchos kilómetros y superado muchos mojones”.
Y es que Tolbaños es la casa de todos. Además de su núcleo más directo veranean otras cuatro familias que descienden de los tres hermanos y una hermana de Teófilo Serrano. “Somos un montón de primos y mantenemos ese arraigo como forma de ser y entender el mundo. Aquí no solo tuve un padre o una madre, sino cinco padres y cinco madres. Ni solo una hermana o hermano, sino un montón de prim@s, “como herman@s”. Una unidad familiar que también servía para mantener las tradiciones serranas. Mi tía Ana siempre se encargó de que todas las mujeres de la familia tuvieran un traje de serrana para lucir “el día de fiesta”. Con la familia de mi madre siempre ocurrió algo similar. Aprendimos a compartir espacios físicos familiares, en este caso Burgos, Bilbao y Madrid creando lazos comunes de una gran familia unida”.
El Covid 19 nos está enfrentando, en todos los sentidos, a un cambio sustancial en nuestra manera de vivir y también de relacionarnos. Es sin duda un desafío sin igual ante el que debemos responder con valor, determinación, fe y mucha inteligencia. Porque en toda crisis siempre hay nuevas oportunidades. Débora Serrano Martínez se dedica al Corporate Real Estate. “En “cristiano” puede decirse que forma parte de esa clase de trabajadores que se llaman “del conocimiento”. “Gestiono equipos multidisciplinares. Siempre con reuniones, llamadas de teléfono, wasaps, mails, desayunos, comidas de trabajo y mucho tiempo delante del ordenador. Así, el pasado 20 de marzo mis compañeros y yo misma tuvimos que aprender a realizar todo esto en remoto. Comenzamos a llamarnos “teletrabajadores” dejando por fuerza las oficinas por el “salón de casa”. Gracias a las tecnologías hemos podido demostrar que se puede hacer y que el teletrabajo (con menor o mayor intensidad) ha venido para quedarse”.
Ante los cambios, la receta más saludable es la adaptación. El cambio en sí mismo no es negativo o positivo, y si una oportunidad de mirar las cosas con un enfoque diferente. “Ahora vivo en Tolbaños y soy muy feliz. Pero eso no significa que descarte volver a Madrid. Es una ciudad cosmopolita y elegante que también tiene muchas ventajas. Me gusta adaptarme a cada situación y sacar lo bueno de lo que la vida me ofrece. Por eso ahora quiero vivir a tope esta experiencia y disfrutar de lo maravillosos que son el Valle de Valdelaguna y sus gentes. Gracias al mundo digital continuo con mi mundo profesional en Madrid de forma virtual desde aquí. ¿Qué más se puede pedir? Soy una privilegiada. Tengo la velocidad de internet que necesito, pero hay mucho que mejorar. Uno de mis primos es ingeniero en Apple en Irlanda y para desarrollar su trabajo la señal que hay aquí no es suficiente”.
“Tampoco llega de todas las compañías ni está en todas las zonas de los pueblos. Yo también tengo la fortuna de recibir mejor la señal porque mi casa esta alta dentro pueblo. Eso si, Yo soy muy optimista y creo que la situación va a mejora mucho. Todavía recuerdo aquellos veranos con un único teléfono en el pueblo. Estaba en una cabina en el bar y te enterabas porque alguien te lo gritaba desde la calle o te dejaba el recado de que te volverían a llamar. Y mira ahora. Puedo hacer videoconferencias con cualquier persona del mundo desde el refugio de “Los Llanos”. En medio del pinar con un teléfono móvil y los auriculares bluetooth. Teletrabajar para los que somos de aquí es un regalo. Y damos las gracias a ese esfuerzo y sacrificio que hicieron nuestros padres para darnos una vida mejor. Mira que curioso; la semana pasada me cogí un café “take away”, en Huerta y me lo llevé a Patria. Me senté en el poyete del porche de Casa Vega y estuve parte de la tarde con llamadas de Madrid y Barcelona acompañada de un cielo azul precioso, con las montañas inmensas en frente y una paz absoluta. Y por supuesto, no dejé de asomarme a la ventanita de la ermita de la Virgen de Vega para darle gracias por todo ello” (aunque mi preferida, por cercanía, es la del Salterio).
Muchas mañanas Débora se despierta con el tañer de las campanas. Coge un libro y desayuna saboreando ambas cosas. Ahora está leyendo sobre las costumbres antiguas, los comuneros en el aprovechamiento de las tierras, la trashumancia, la Mesta y la colaboración vecinal. “Creo que se puede transponer el modelo trashumante al modelo 9-3 (nueve meses fuera y 3 en el pueblo). Un modelo que podía llevarse al trabajo flexible durante este verano. La pandemia ha hecho que muchas familias regresen al pueblo los tres meses de verano. Y es desde luego un modelo viable para que niños y jóvenes vuelvan a disfrutar de los tiempos maravillosos que nosotros disfrutamos”.
Tras desayunar se engancha al ordenador. Si tiene videoconferencias se arregla y se pone sus “mejores galas” como si estuviera en la oficina. A las 12:00 escucha las campanas tocan el Ángelus y es un momento especial. Después, si tiene un webinar lo escucha paseando por el monte o en el jardín. Come deprisa y corriendo tipo Madrid. Si hace bueno se hace un Poke y sube al jardín a escuchar el canto de los pájaros. Corre por el monte y también se engancha virtualmente a su Gym de Madrid. De noche disfruta de las estrellas y del silencio recordando también lo bonito que es Madrid al anochecer. Colabora con una ONG que ayuda a adolescentes discapacitados. Y el fin de semana se conecta con sus padres, hermanos y sus primos.
“Me voy a Burgos cuando lo necesito, a hacer gestiones o a ver a mis amigas (que somos siete, las 7 del 77) Escucho mis podcast y hago llamadas telefónicas gracias al bluetooth del coche. He cambiado la capilla 24 horas por la iglesia del pueblo y lo que si echo de menos es bailar salsa. Doy clase por Skype con mi profe cubana pero no es lo mismo. Y ahora lo próximo que quiero aprender es que mi padre me enseñe a usar el palo. Porque he nacido con la frase de al monte no se puede ir sin el palo, pero una cosa es llevarlo y otra muy diferente saber utilizarlo” (Y por supuesto, tiene que ser de avellano).