Existo, luego protesto
Emulo con este título, al famoso filósofo francés del siglo XVII René Descartes y su famosa cita: “Pienso luego existo” donde acentúa el papel de la razón para conocer la realidad objetiva que nos circunda.
Emulo con este título, al famoso filósofo francés del siglo XVII René Descartes y su famosa cita: “Pienso luego existo” donde acentúa el papel de la razón para conocer la realidad objetiva que nos circunda.
Entramos en el otoño, una etapa del año acorde con la arribada próxima al frío invernal. Se van tiñendo de amarillo algunos retazos en las ramas de los chopos, hayas, robles, encinas… como perlas de oro enmarcadas en el horizonte del “Alto pinar” de García Lorca.
Son los gestos una actitud indeleble en nuestra comunicación, y con muchos significados dentro de cada contexto social.
Las palabras se enredan en trayectorias inexpugnables cuando la vida discurre en un monótono deambular por los estrechos y oscuros caminos de la incertidumbre
Estoy escribiendo pasadas veinticuatro horas de mi deambular junto a las lagunas Negra y Larga de mi pueblo, Neila.
En el abordaje a la palabra “Sombra” nos llegan múltiples significados para un solo significante de seis letras.
La tarde transcurre lentamente con el goce de una lectura especial. No leo las palabras de un libro que relatan acontecimientos novelados o históricos perfectamente hilados en su estructura narrativa.
Era mi madre una excepcional narradora de cuentos. Mis hermanos y yo nos hemos beneficiado de aquellos relatos ancestrales donde los personajes dibujaban sus siluetas en un coqueteo de ficción entre escenarios regios y sombras tenebrosas.
En los libros de Historia quedará reflejada esta pandemia del covid 19 como un reflejo indeleble de nuestra condición humana, sometida al “quehacer” de un coronavirus.
El filósofo griego Diógenes daba siempre la misma respuesta a la pregunta sobre su origen: “Soy ciudadano del mundo” –kosmopolités-. Él no se veía a si mismo como “habitante” de un lugar determinado adscrito a una nación, credo, raza o estrato social, sino un sujeto poseedor de humanidad.
Nunca, en mi vocabulario usual he utilizado la palabra “desescalada”. En mi casa, había una escalera de ascenso a la vivienda y al desván con unos “escalones”.
En los días de nuestra vida, desde la infancia hasta la senectud, hemos soñado con situaciones imaginarias dando pábulo a leyendas o tradiciones ajenas a la realidad.
Seguimos con este “encarcelamiento” impuesto para asegurar nuestra subsistencia. Sobre todo a partir de los 65 años de vida, a quienes se nos denomina ancianos.
En esta etapa de la soledad vivida con el confinamiento, los mayores acudimos a los recuerdos de nuestras emociones. Me viene a la memoria una canción de Iva Zanicchi: “Orilla blanca, Orilla negra”.
Estoy sentada frente al ordenador sin poder evocar un pensamiento positivo. Son los sentimientos de la pandemia del “coronavirus” los que ciegan una inteligencia crítica.
Cuando me pongo a escribir estas palabras, soy consciente de estar grabando, en lenguaje escrito, un relato trascendental en la historia de nuestras vidas.
Son fechas en las que había decidido hablar de nuestros recuerdos en las fiestas de Carnaval, y de su trayectoria de reciclaje festivo en diferentes pueblos de nuestra tierra.
En este breve relato cuentan sólo los años transcurridos, y no los siglos, aunque así lo parezca.